Desde luego, la situación de crisis económica que vivimos será la puntilla para algunos de los proyectos gijoneses. En concreto, me refiero a aquellos cuya viabilidad ya estaba cuestionada antes de esta ola hiperinflacionaria. Tomen como ejemplo si no la autopista del mar. Una línea que se cerró en 2014 tras cuatro años de servicio subvencionado por los gobiernos de España y Francia. Es decir, en cuanto se acabó el dinero público, vimos como partía el ferry hacia Nantes-Saint Nazaire para no regresar jamás. Desde entonces, muchas promesas de que se iba a retomar la ruta de nuevo, pero sin ningún viso de que eso fuese a hacerse realidad. De hecho, lo último que supimos del Ministerio de Transporte es que «siguen en contacto» con la naviera Balearia -única interesa en explotar la línea- que no ha podido culminar el estudio de demanda y viabilidad financiera. Todo ello, debido a la situación pandémica que vivimos. No sé, imagínense lo que pensará ahora la naviera con el precio de los combustibles disparados. Dicho de otra forma: si antes no le salían las cuentas y sólo estaba a la espera de más subvenciones, en la actualidad yo creo que ni se lo plantean. Mientras tanto, la autopista del mar entre Vigo y Nantes retomó su actividad en mayo de 2020, tras el obligado parón por el Covid-19. Ahí, como ven, el virus no sirve como excusa.
La Zona de Actividades Logísticas del Principado de Asturias (ZALIA) es otro de los proyectos renqueantes. Lo único que tenemos claro es que se terminará este año su acceso desde La Peñona, pero nada más. Desconocemos cuál es el plan de marketing de cara a colocar las parcelas en el mercado. En otras palabras, qué va a ofrecer diferente a un polígono industrial asturiano cualquiera, para que las empresas se instalen allí cuando no tienen ni garantizado el suministro eléctrico. Eso sí, la ZALIA sigue triturando recursos públicos hasta acumular una deuda superior a los 120 millones de euros. Ni vendiendo todo el suelo a precio de oro se recuperará el dinero gastado. Tenemos, pues, que una vez más las obras pendientes en esta ciudad sufren el «síndrome Gijón»: si no se acaban ni en épocas de bonanza económica, mucho menos cuando llegan las crisis. Como los gijoneses las hemos visto de todos los colores, podríamos incluso decir que lo único que queda intacto es nuestra capacidad de resiliencia. En materia de infraestructuras, la verdad, aguantamos carros y carretas.
@balbuenajm