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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Solo un dato

Muchas veces en Asturias tratamos de afrontar los problemas restándoles importancia. Esto es, minimizando los efectos de las consecuencias que hemos ido sufriendo a lo largo de la historia. Así, durante las duras reconversiones industriales de los ochenta y noventa del siglo pasado, el discurso predominante era que iba a surgir una nueva economía que paliaría sus efectos devastadores. Sin embargo, en absoluto fue así. El cierre de fábricas y la pérdida empleo nunca fue suplida por otra dinámica empresarial, sino por un ejército de jubilados que hundió la tasa de actividad de la región. Dejándola, claro está, en la más baja del país desde hace ya tiempo. Algo parecido a lo que está ocurriendo con la llamada transición ecológica. Nadie tiene claro que esta nueva revolución verde vaya a ser distinta a las anteriores. O sea, que se traduzca en más gente paseando que yendo por las mañanas a trabajar. Bien al contrario, podemos apostar que continuaremos con esa misma línea descendente y menguante, tanto en fuerza laboral como empresarial. Miren si no la caída del PIB industrial que se está produciendo.

En este sentido, la continua pérdida de población no deja de ser una consecuencia más del declive económico. Dentro de unos meses, finales del presente año o principios del que viene, nuestro paraíso natural bajará del millón de habitantes. El Gobierno asturiano nos está diciendo que debemos restarle importancia. Es decir, en palabras del comisionado para el Reto Demográfico, Jaime Izquierdo, «no debe verse como una desgracia más para Asturias». El vicepresidente, Juan Cofiño, también corrobora esta teoría y dice que «no es el fin de los tiempos». Tenemos, pues, que otra vez se impone ese discurso que trata de engañarnos a nosotros mismos. Por lo visto, nos debe dar igual llegar a tener el tamaño de Cantabria (581.000 habitantes), casi la mitad de lo que ahora somos. Por lo visto, digo, nos debe dar igual que nuestra vida se acabe volviendo estacional: a la postre, que estemos a reventar durante el verano por el turismo, mientras que el resto del año vivamos en una comunidad semivacía. Ojo, con todo lo que ello representa: menos peso en el Estado, menos servicios, menos financiación, menos actividad económica, etcétera. No sé, la pregunta que me hago es, cuando lleguemos al siguiente hito en pérdida de habitantes, por ejemplo, por debajo de los 900.000, ¿también nos van a decir que solo es un dato?

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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