Esta semana vivimos un paso más en la creación de eso que llaman nuestros gobernantes «un nuevo modelo de ciudad». El pasado miércoles entró en vigor la obligatoriedad de la etiqueta medioambiental. Ya saben, ese distintivo que debemos colocar en nuestro vehículo para informar al mundo sobre lo que contaminamos. Las colas ante las oficinas de Correos fueron épicas. El cabreo ciudadano por desconocer la medida, también. En muchos casos, echando la culpa a esa política de Movilidad municipal que machaca a los gijoneses desde que comenzó esta legislatura. Y, efectivamente, aunque no sea una normativa específica de nuestro Ayuntamiento, digamos que llueve sobre mojado. De hecho, nos hemos dado mucha prisa en ponerla en marcha, mientras que en otras cuestiones importantes para el medido medioambiente seguimos igual. Me refiero al vial de Jove que debería sacar el tráfico pesado de La Calzada y que mejoraría mucho más la calidad del aire que estas etiquetas. Hemos sido la tercera ciudad en España que pone en marcha la obligatoriedad del distintivo. Madrid (sobre 4 millones de habitantes), Barcelona (2 millones) y Gijón (275.000 almas y bajando). Como ven, no parece que la movilidad de estas grandes urbes sea ni parecida a la nuestra. Eso sí, no duden que seremos los primeros en imponer las zonas de bajas emisiones o unas «ecomanzanas» que implicarán restricciones considerables. Es más, buena parte del parque automovilístico gijonés (sobre el 29%) no podrá entrar en determinados barrios. Ojo, no solo les van a impedir aparcar en la zona ORA como ahora. Tenemos, pues, que somos los primeros de la clase en eso de prohibir, restringir o eliminar la circulación de vehículos. Sin duda, un gran hito que deberíamos esculpir en mármol. Repito: somos la vanguardia en lo de expulsar al coche a patadas. El Gijón que trabaja os da las gracias.

@balbuenajm