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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Iceberg.

El martes pasado se presentó el borrador del reglamento de laicidad en la Agrupación Socialista de Gijón. Ya saben, esa especie de vademécum -sobre todo anticatólico- donde se le dice al alcalde o la alcaldesa de turno lo que debe hacer en materia religiosa. O sea, a qué actos debe acudir o no. Pues bien, la conclusión no pudo ser más clara: para el socialismo local, tener que cumplir el punto 87 de los 88 firmados en los acuerdos de gobierno con IU, es un marrón en toda regla. «Hay que hilar muy fino, para que no genere problemas», fue su dictamen. Esto es, saben de sobra que va a levantar ampollas, en una legislatura donde la calle ya ha tenido demasiado protagonismo. Principalmente, debido a las políticas movilidad que han aplicado sus socios en el equipo de gobierno. Digo más, es un marrón porque ni siquiera hay una postura definida dentro de los propios regidores socialistas. En los 53 ayuntamientos donde el PSOE gobierna en Asturias se toman las cosas con normalidad. Es decir, los primeros ediles acuden a misas, entierros, procesiones, cabalgatas de reyes y cualquier otro tipo de acto sin pensárselo dos veces. Incluido el propio presidente del Principado, Adrián Barbón, hace lo propio en Covadonga. Sólo en Gijón parece que hay un problema, ¿por qué será?

Verán, resulta incomprensible que por una norma -dictada desde los extremos- se le diga a nuestro máximo representante a dónde debe acudir. Exactamente igual que al resto de concejales que forman la Corporación. Un alcalde o alcaldesa tiene que estar allí donde represente a los ciudadanos. Entre otras cosas, porque para eso se presentó a unas elecciones y le votaron. Ya sea en una mezquita, sinagoga o cualquier iglesia. Sin embargo, los apóstoles de lo laico no lo ven así. Quieren eliminar de un plumazo a los patronos religiosos y hasta las tradiciones de la ciudad. Supongo que para imponer unas nuevas con una gruesa capa de barniz ideológico. En estas mismas páginas, hace un tiempo leí una entrevista con uno de estos apóstoles. Le preguntaban qué debe hacer una autoridad si, al final, no le queda más remedio que acudir a un acto religioso. La respuesta fue de chiste: situarse al final del templo, donde pase desapercibido. Menos mal que no dijo debajo de un banco o detrás una columna. Los socialistas, sin duda, van a tener que «hilar muy (pero que muy) fino» si no quieren acabar escaldados. Todo Titanic tiene su iceberg.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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