Resulta evidente que en la supresión de las corridas de toros en Gijón se cometieron errores. No solo en el fondo, sino también por la forma. En agosto de 2021 se decidió terminar esta tradición centenaria en la ciudad con un lapidario «Se acabó la Feria de Begoña». Ya saben, nuestra ex alcaldesa, Ana González, era así. Todo ello, porque el nombre de dos toros («Feminista» y «Nigeriano») lo consideró ofensivo. Se podía haber esperado a tomar esa decisión con la renovación de la concesión de El Bibio en el 2022, sin embargo, se hizo a las bravas y sin tener un plan de usos para la plaza. Buena prueba, es que se habló de ágora cultural, ocio juvenil, eventos musicales, deportivos, referente del norte, etcétera; pero nada se materializó. Solo vimos crecer la hierba en su interior (literal), justificando el cierre de casi dos años con informes de seguridad chuscos (y encima contradictorios). Eso sí, el anterior equipo de gobierno tenía claro que las corridas no volverían a Gijón. En 1993 la plaza de toros de León llevaba seis años cerrada y en estado de ruina. Su rehabilitación, incluyendo una cúpula móvil de cristal, la hizo capaz de albergar conciertos, eventos culturales, partidos de balonmano, baloncesto y también toros. En concreto, dos ferias a lo largo del año. Entonces, tenemos un debate doble. Por un lado, si Gijón debe ser taurino (algo que debería determinar la afición con su asistencia al coso, no la ideología) y por otro, qué hacer con El Bibio (donde el Ayuntamiento debe dar el do de pecho). El modelo de León podría ser perfectamente válido y la concejalía de Festejos tiene mucho que decir. La edil, Sara Álvarez Rouco de Vox, tiene ahora esa responsabilidad. Además, es diputada en la Junta General, miembro de la Junta de gobierno local y hasta quizá presidenta en su comunidad de vecinos. Desde luego, por cargos no va a ser…
@balbuenajm