En Asturias, el autoempleo se convirtió casi en la única salida laboral durante las reconversiones industriales de los años ochenta. Es decir, el llamado régimen de autónomos crecía sin parar, mientras que los trabajadores por cuenta ajena disminuían. Digamos, pues, que las amortizaciones de los puestos de trabajo eran compensadas con la creación de pequeñas empresas. Esto es, para muchas personas representaba una nueva forma de ganarse la vida, después de que su fábrica desapareciese o redujese drásticamente la plantilla. Recordemos que en nuestro paraíso natural las reconversiones son siempre así: empleo que se pierde, empleo que no vuelve. Sin ir más lejos, lo estamos viendo con el llamado proceso de descarbonización, ¿dónde están los planes alternativos al desmantelamiento de las centrales térmicas de Soto de la Barca (Tineo) o Lada (Langreo)? ¿Dónde la creación de los nuevos puestos de trabajo de la llamada industria verde? Como digo, la figura del autónomo sirvió para amortiguar esa caída y que muchas familias llegasen a fin de mes.
Sin embargo, esa tendencia ha cambiado. En los últimos quince años hay 10.000 trabajadores menos por cuenta propia en el Principado, lo que representa una reducción del 12,4%. Es más, hay quien incluso dobla esa cifra y los sitúa en cerca de los 20.000. ¿Las razones? Sigue siendo un régimen injusto y muy mal tratado. De hecho, uno de los motivos de esa merma está en que no hay renovación. Los pequeños negocios cierran por jubilación y nadie quiere seguir con ellos. Hoy en día ser autónomo no es una opción para las nuevas generaciones. Máxime, cuando no ven ningún incentivo para ello. La tan cacareada «vía fiscal asturiana» solo los fríe a impuestos y las trabas burocráticas van «in crescendo». Dicho de otra forma: cada día lo tienen más difícil. Eso sí, de vez en cuando se ofrece alguna subvención, como quien tira migas de pan a las palomas. Tan solo en el último año se han perdido más de 500 autónomos, hartos de que nadie les ofrezca algún tipo de compensación por su esfuerzo diario. Por último, déjenme que les cuente un chiste. Un hombre vaga por el desierto y se encuentra a Dios. Éste le dice que le concede un deseo. Después de pensarlo durante un buen rato, pide al creador que lo libre de cualquier tipo de enfermedad. ¿Y saben lo que hizo? Convertirlo en autónomo.
@balbuenajm