Tenemos presupuesto. Eso, en definitiva, es lo importante. Por el medio, toda una retahíla de tiras y aflojas con un denominador común: la guerra que mantiene el PP gijonés con su matriz regional. Antes de ayer, a última hora de la noche, Mercedes Fernández daba una aprobación en cierta manera envenenada. Dejaba libertad de voto, pero, ojo, antes del Pleno debían estar recogidas sus condiciones. Era, está claro, su respuesta a la Presidenta de Gijón. Pilar Fernández Pardo se lavó las manos dejando todo el peso de la decisión (y sus consecuencias) a Oviedo, mientras que Cherines le devolvía la pelota de esta manera. Juego perverso, sin duda. En todo caso, antes de entrar a la votación la cosa estaba atada. Un documento firmado por Pardo y Carmen Moriyón, más o menos, recogía las exigencias pedidas. Para que nos demos una idea de las atribuladas peticiones populares de última hora, veamos lo que pasó con una de ellas: la reducción de asesores y personal de confianza. Resulta que el acuerdo refleja que dos direcciones generales ahora vacantes se dejarán así. Se va a conseguir un ahorro de 103.000 euros que, lógicamente, al no estar cubiertas, ya se estaba produciendo. Lo mismo que con el personal de confianza que ha pasado de 17 a 8 puestos a lo largo de la legislatura. De donde no hay, ciertamente, tampoco se puede sacar. El caso es que no sabemos si esto contentará al PP regional, aunque me temo lo peor. Quizá, digo yo, le parecerá que es demasiado ambiguo o que no refleja fielmente sus peticiones. La acerada crítica de Mercedes Fernández –dijo que había habido ingenuidad en las negociaciones- posiblemente vuelva a tener protagonismo. Da igual, que los populares resuelvan sus diferencias en un congreso y no con los presupuestos de Gijón. En fin, uno acaba con la sensación agridulce de que todo debería haber sido mucho más fácil. Si existe un acuerdo entre dos partidos –y se pasan meses negociando- no hay por qué darle más vueltas. La izquierda lo sabe hacer mejor.