En este país pasamos del todo a la nada en cuestión de minutos. Por ejemplo, de pagar sueldos millonarios a los alcaldes -algunos más incluso que el propio Rajoy- queremos pasar a que los concejales ni cobren por su trabajo. Eso, por lo menos, es la intención del Gobierno con la reforma del régimen local. De tener diputados autonómicos que disfrutaban de coche y chofer en su grupo parlamentario -amén de sustanciosos emolumentos, claro está- ahora se pretende dejarlos sin sueldo. Algo, por cierto, que María Dolores de Cospedal ha puesto en marcha dentro de su comunidad. En Gijón, sin ir más lejos, el pacto presupuestario firmado pretende reducir el número de liberaciones y bajar las retribuciones de los ediles. O sea, tendrían que ser menos los que se dediquen por completo a su tarea de gobierno y, encima, peor pagados. Todo ello para un ayuntamiento que maneja un presupuesto consolidado de, ojo, 290 millones de euros. Esta especie de austeridad sobrevenida –la que se practica porque uno sabe que tiene el favor de la opinión pública- puede tener consecuencias nefastas. Decía el ex presidente cántabro, José Antonio Revilla, que se debe llegar a la política después de triunfar en la profesión particular. El problema está en que, con esta nueva moda, muy pocos van a dar este paso. Si empezamos a quitar sueldos y dejar la política a nivel amateur, más de uno se va encontrar con que no puede hacerlo. Una cosa es que sea tu vocación y, otra, bien distinta, que necesites un sueldo para comer. Una cosa es que te guste la política y, otra, obviamente, que puedas dedicarte a ella.
Dicho esto, lo que sí parece aceptable es la reducción del número de políticos. El PP asturiano junto con Foro Asturias presentaron una propuesta para reducir el número de diputados en Asturias. Pasarían a ser 35 en vez de los 45 actuales. Algo, por cierto, que nadie echaría en falta. Digo más, los políticos «aprieta botones» sobran aquí y en el Congreso, puesto que, a todas luces, no dejan de ser un instrumento al servicio de los partidos. Aportar algo –en forma de iniciativas parlamentarias, por ejemplo- no suele ser lo suyo. Se dedican a vegetar por la cámara correspondiente como perritos falderos. Y encima, normalmente, suelen estar bastante bien considerados por lo que repiten en las listas. En fin…