Uno. Unió Democrática de Catalunya utilizó el dinero de cursos de formación para financiarse, a CiU le echaron en cara públicamente que cobraba el 3% de las obras públicas, en los años 80 los socialistas tuvieron un escándalo mayúsculo con una trama de empresas -Filesa, Malesa y Time-Export- cuyo fin era dotarlos de fondos, la financiación irregular también estuvo presente en los populares durante todo el caso Gürtel. En resumen, nadie controla eficazmente a los partidos. Sus tejemanejes se perpetúan durante toda la democracia sin que parezca que alguien quiera ponerle remedio. El Tribunal de Cuentas –el órgano fiscalizador de la política- tarda hasta seis años en divulgar los informes sobre el dinero de los partidos. Ah, y encima, como se puede ver, de mala manera. A nadie se le escapa que ante una inspección de Hacienda, a una empresa privada, le hubieran detectado el dinero B que manejaba. Vamos, que sería de las primeras cosas punibles que encontrarían. Sin embargo, en política es distinto. Según publicó un diario madrileño el Partido Popular estuvo pagando durante años sobres en B a sus políticos. Dinero, presuntamente, procedente de comisiones de obras públicas o donaciones en negro. El Tribunal de Cuentas ni siquiera lo detectó por una sencilla razón: apenas doce personas controlaban a todos los partidos. Y todo ello, claro está, visto desde lejos puesto que la información que maneja proviene de los propios interesados. No existen, como en Hacienda, repito, cuerpos propios de inspección que se presenten y recaben datos por sí mismos. Fíjense cómo estará el tema que el propio Consejo de Europa ha denunciado reiteradamente las malas prácticas de los partidos españoles. Así vamos…
Dos. La segunda parte del «caso Bárcenas» tiene que ver con su propia persona. Un senador que declara 200.000 euros de ingresos y tiene cuentas en Suiza por 22 millones de euros. La pregunta obvia es, ¿vale para algo la famosa declaración patrimonial que deben hacer los cargos públicos? Si no se investiga, si no se sabe si eso que firman en un papel es verdad o mentira, ¿no es utilizada más bien para cotilleo público y poca cosa más? Al igual que en la financiación ilegal, llueve sobre mojado en este tema. Hace pocas fechas toda la sociedad catalana se escandalizaba ante los presuntos negocios y dineros –también en paraísos fiscales- de la familia Pujol-Ferrusola. El Molt Honorable y sus hijos eran acusados de todo tipo de delitos: prevaricación, cohecho, fiscal… La clase política, para tratar de atajar la corrupción, ha reaccionado hasta ahora de una manera: bajándose el sueldo oficial para evitar el vapuleo público. Sin embargo, como estamos viendo, el problema no radica ahí. Está en que personas, sin ninguna vocación de servicio público, lleguen a la política para forrarse. Los «apparatchick» de los partidos, como era el propio Bárcenas, son engendros sin oficio ni beneficio que nunca están en primera línea. Ahora bien, acaban dominando el aparato a su antojo y haciendo de su capa un sayo.
Y tres. ¿Veremos de nuevo como el tema se deja en el olvido o se utiliza la famosa táctica del «y tú más»? Tengo mis dudas. Aunque la sociedad ha dicho basta –una reciente encuesta del CIS señalaba que la abrumadora mayoría de ciudadanos considera la corrupción muy extendida- la clase política no tanto. Reacciona de manera lenta y pausada mirando de reojo al adversario. O sea, a ver si le surge una corrupción de similares proporciones para que se olviden de la suya.