Esta semana se conocían los datos del desempleo según la Encuesta de Población Activa (EPA). Los casi 6 millones de personas en paro -5.965.400 para ser exactos- produjeron una pequeña conmoción interior y exterior. Dentro de nuestras fronteras el discurso político-social fue el de siempre: hay que esperar a la segunda mitad del año para ver datos positivos, el problema está en la reforma laboral, o las cifras son ciertamente insoportables para el mundo sindical. Rutina pura y dura como cada vez que se muestran las cifras de la EPA o el INEM, y casi una costumbre que se ha instaurado ante la subida constante del desempleo. El Gobierno dijo que mantendría la ayuda de 400 euros hasta que bajase del 20% y con eso parece haberse cerrado el runrún. Volvemos a los independentismos catalanes, los millones de euros y sobres del «caso Bárcenas», o las andanzas del Duque «em.Palma.do». Sin embargo, desde fuera lo ven de otra manera. A Angela Merkel el paro juvenil en España le causa pavor. Tanto, que lo compara con el de la quebrada Grecia, puesto que, a todas luces, que más de la mitad de los jóvenes (55%) estén sin trabajo es para Europa una ignominia. Un trozo de África, diría yo, que se ha colado dentro de la UE. Para que nos demos una idea de lo que significan esa masa ingente de gente sin trabajo, debemos de hacer comparaciones. Juntos podrían formar la ciudad más grande de España siendo casi el doble de Madrid. De hecho, tenemos que sumar las tres capitales más importantes para sobrepasar esa cifra: Madrid, Barcelona y Valencia. En 1932 la República de Weimar saltó por los aires cuando alcanzó el 30% de paro -nosotros andamos por el 26%- trayendo consigo el nazismo y una guerra mundial. En comparación con otros países europeos del entorno nuestra tasa es descomunal. Nada que ver con Alemania (5,4%), Francia (10,5%) o un país rescatado como Irlanda (14,6%). A un parado catalán, probablemente, las declaraciones de soberanía le darán igual. Eso, claro está, salvo que se crea que siendo independientes encontrará trabajo en una especie de Arcadia feliz. A un asturiano la comisión sobre el «caso Renedo» se la traerá al pairo, a no ser que piense que ese es el principal problema de una región con casi 115.000 parados. ¿Es o no un país imposible aquel en el que una cuarta de su población activa no tiene trabajo? ¿Es o no un país imposible aquel en el que los pensionistas y parados superan a los trabajadores en activo? ¿Es o no un país imposible el que se acomoda a vivir con estos niveles de desempleo y lo soluciona mediante la emigración?