Sí, la comisión de investigación del «caso Renedo» parece el camarote de los hermanos Marx. Como saben, en la hilarante escena quien picaba a la puerta del pequeño habitáculo acaba dentro. Más o menos, la teoría que maneja la comisión parlamentaria. Por allí, según sabemos, van a pasar 59 testigos. Todo eso, ojo, en un periodo que pretende ser de cuatro o cinco semanas a lo sumo. Vamos, que algunos de los citados emplearán menos tiempo que un médico de la Seguridad Social con la consulta a rebosar. Entre los propuestos hay toda clase de personajes. Desde un ex presidente como Álvarez Areces, hasta jubilados de lujo de la Administración como Victor González Marroquín. Según el diputado de UPyD y presidente de la comisión, José Ignacio Prendes, «Por una vez, no queremos dejar ni una puerta sin abrir ni una alfombra sin levantar». La verdad, me parece bastante difícil de conseguir. Los citados, aunque tienen la obligación de acudir, pueden no declarar en contra de sus intereses. Quiero decir que, por ejemplo, imputados como José Luis Iglesias Riopedre no van a decir nada porque tienen una causa abierta. Algo así como sucedió en el caso de los EREs falsos andaluces, donde la ex ministra Magdalena Álvarez llegó a decir que ella firmaba muchos millones de euros al día. Cómo para acordarse de un fraude de 1.400 millones de euros, ¿verdad? Esta comisión, y si no al tiempo, va servir para quitas políticas y poca cosa más. De hecho, la lista es tan larga porque cada grupo fue metiendo el dedo en el ojo del rival. Considero bastante complicado que aporte algo más valioso que lo que la Justicia lleva ya tiempo (demasiado) investigando por una sencilla razón: no tiene capacidad. Es más, han recibido ya dos anónimos –el último acusando al gerente de la Universidad- y se los han remitido directamente a la fiscalía. Su posibilidades de descubrir algo nuevo, pues, son nulas y todo se va basar en los testimonios que aporten las partes si tienen a bien. Eso sí, el espectáculo mediático está garantizado. Sus señorías se tirarán los trastos a la cabeza mientras que, las personas desempleadas en Asturias (casi 115.000), llenan ya más de cuatro veces la capacidad de El Molinón.