Un capítulo más de la Asturias negra –ésa que vive de las subvenciones públicas y sus consiguientes triquiñuelas- tuvo lugar durante la semana pasada. Así, como quien no quiere la cosa, desaparecieron 500.000 toneladas de carbón propiedad de la empresa Hunosa. El Grupo Alonso, que debía realizar servicios de custodia, dio hasta tres versiones diferentes de dónde se encontraba tan ingente cantidad. Primero, que si se lo había llevado el temporal de lluvias y vientos. Oigan, como si se tratase de la ola gigante que se puede ver en la película «Lo imposible». Después, que, efectivamente, se habían mezclado carbón de unos propietarios con otros. Es decir, pese a que Hunosa pagaba un millón de euros al mes por guardarlo en una pila a su nombre, el mineral térmico estaba desparramado en una suerte de bazar chino. Y la final: que se encontraba en otros AETC (Almacén Estratégico Temporal de Carbón) propiedad también de la misma empresa. Como ven, la situación de la montaña de carbón –al igual que si fuese un puñado de arena- iba variando en función de las investigaciones que la propia Hunosa realizaba. La prisa por que fuera apareciendo sólo respondía a una cosa: que se le desbloqueasen las ayudas que tenía pendientes.
A mí estas cosas me retrotraen a la Asturias más rancia y caduca: la que acuñó el lema «El que vale, vale; y el que no para Ensidesa». No concibo que en pleno siglo XXI una empresa minera –el Grupo Alonso es la mayor de toda Europa- ande haciendo estas añagazas a su principal cliente, a la postre, el Estado. Da la impresión de que la cultura del engaño hacia lo público, de a ver dónde te voy a sisar; sigue muy vigente todavía. Exactamente lo mismo que cuando en la extinta mina gijonesa de La Camocha, se tuvieron que investigar camiones donde la primera capa era carbón y el resto casi turba. Todo ello, porque el sistema imperante favorecía comprar carbón autóctono aunque fuese pésimo. El Grupo Alonso –protagonista de varias como ésta- tendrá que demostrar muy pronto su verdadera viabilidad. El plan de Bruselas es que en 2018 sólo permanezcan abiertas las minas rentables. Supongo que ahí, en un mercado libre y fuera de la órbita pública, no se le ocurrirá hacer trampas. Tampoco, digo yo, dejar de pagar nóminas a los mineros para que le pongan barricadas.