En La Lupa, la tertulia de Canal10 en la cual participo, se produjo el otro día un debate interesante. Sostenían mis contertulios y amigos que, Mariano Rajoy, con su decisión de presentarse al congreso de su partido y, por tanto, renovar su liderazgo, hacía bien. Afirmaban que, cualquier movimiento justo después de terminar unas elecciones, produciría una desestabilización interna importante y, además, acentuaría la sensación de derrota dentro el partido. Bien, yo en solitario defendí que era necesaria una renovación. Para mí, pese a que Rajoy no ha sido ni mucho menos un mal candidato, creo que ha tocado techo. Su capacidad de sorprender a un Zapatero más consolidado que nunca, es ya casi nula. Piensen que, previsiblemente, la legislatura que se nos avecina tomará más o menos los mismos derroteros que la pasada. Es decir, temas como el terrorismo, el modelo de Estado o la economía volverán a estar encima de la mesa casi como en un calco de lo que hemos visto hasta ahora, por tanto, ¿qué puede decir Mariano Rajoy que no haya dicho ya? Ellos, en cambio, se aferraban a dos argumentos para rebatirme. Primero, las elecciones no han sido tan malas para el Partido Popular puesto que ha subido tanto en votos como en escaños. Y segundo, González o Aznar tuvieron que presentarse hasta tres veces para poder ser presidentes. Bien, yo considero bastante malo que el Partido Socialista, con todos los avatares de una legislatura tan dura, te siga manteniendo una distancia de 16 (ahora creo que 15) diputados, con lo cual, el resultado, para mí, deja que desear. Además, en el caso de González o Aznar, cuando llegaron al poder, fue por el cataclismo de los entonces partidos en el gobierno (UCD y PSOE) que en el primer caso desapareció y el segundo, obtuvo los peores resultados de su historia. Pregunto, pues, ¿es lógico pensar que en esta legislatura a Zapatero le va a ir tan mal como para hundirse? Si creo que el Partido Popular debe renovar su cartel electoral es porque también significa el dar por amortizada a toda una generación gloriosa para el mismo: la de José María Aznar. Miren si no cómo lo ha entendido Zaplana diciendo adiós antes de que se lo pidieran. Resumo, por tanto, toda mi filosofía en la teoría del yogur: los políticos y sus generaciones, al igual que el lácteo, tienen que tener fecha de caducidad.
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Nota final: la foto pertenece a uno de los expertos del Ministerio de Economía que no pararon de repetir durante la campaña que la inflación estaba controlada y que bajaría en marzo: 4,4% la más alta en trece años.