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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Mucho más que un líder sindical.

La gestión de José Ángel Fernández Villa al frente del sindicato minero SOMA-FITAG-UGT fue definida perfectamente por él mismo en su despedida: luces y sombras. Si yo fuera un trabajador de la mina, o similar, tendría en el salón de mi casa dos cosas: un retrato de la virgen de Covadonga y a su lado otro de Fernández Villa. Desde luego, el líder sindical consiguió arrancar unas condiciones inmejorables para el sector a todos los gobiernos que encontró a su paso. Buena prueba, fueron los más de 24.000 millones de euros que se han llevado los distintos planes mineros, así como una pléyade de prejubilaciones de lujo si las comparamos con las que se están ofreciendo en la actualidad. Su labor, en este sentido, no tiene ni un solo reproche. Si la misión de un sindicato es defender a los trabajadores que representa, Villa lo hizo perfectamente y difícilmente en el futuro alguien le podrá igualar. Más que nada, porque la minería asturiana nunca volverá a ser igual. Ni habrá ese chorro de dinero, ni los trabajadores que queden podrán prejubilarse –con 42 años como en algún plan- de forma tan ventajosa. Sin embargo, cabe reprocharle que ese dinero no se haya invertido bien. La función del mismo tendría que haber sido la reindustrialización de las cuencas y, a la vista está, ni por lo más remoto se ha conseguido. A Fernández Villa le podemos echar en cara que haya fomentado un modelo que hoy podemos considerar fracasado: el de la subvención y el dinero público como motor. Así, los intentos por intentar trazar un tejido industrial –a base de insuflar parné, insisto- acabaron peor que mal. Tómese el ejemplo de Alas Aluminum: una empresa que se llevó 22 millones de euros de los fondos mineros en apenas 6 años para terminar cerrando. Alguien que tenía tanto poder -desde nombrar presidentes de Cajastur hasta del Principado- se limitó única y exclusivamente a practicar una visión parcial de Asturias: la que favorecía a los intereses de su sindicato. En otras palabras, durante aquellos años podía haberse dibujado una Asturias muy diferente a la que ahora conocemos y, a la vista está, nada de eso se hizo. Más bien, todo lo contrario: ahondar en la cultura de vivir a base de los fondos estatales. Si criticamos a nuestros políticos por haber llegado a los 114.000 parados en nuestro paraíso natural, debemos también corresponsabilizar a Villa puesto que tuvo poder ejecutivo para cambiar las cosas. No hablamos, sin duda, de un líder sindical al uso: fue mucho más.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


abril 2013
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