El gobierno de Javier Fernández se mueve en zona pantanosa. Es dar un paso en falso y, ¡zas!, comienza a sentir que se hunde. El tripartito está instalado en la inestabilidad, como si estuviese con un pie metido en arenas movedizas. Hay que reconocer, no obstante, que de momento ha sabido salir de situaciones difíciles pero con un coste: no hacer la política que quiere. Así, más de una vez la oposición de sus socios -amable por parte de UPyD y menos la de IU- le ha hecho rectificar decisiones. La última: ahorrarse meses de vacaciones de los profesores interinos. El Gobierno pretendía no pagar 10 millones de euros a algunos (no todos) profesores interinos durante el periodo no lectivo. Sin embargo, la presión de sus socios le ha hecho cambiar. Según el Ejecutivo queda pendiente ver de dónde saldrá esa cantidad para compensar: esperemos que no sea a base de impuestos como hasta ahora. Un segundo ejemplo lo tenemos en el proyecto de ley del sector público. Una reforma tímida e insuficiente –se tocan sólo 6 de las 81 sociedades que tiene el Principado- y que ha tenido que ser modificada. Pese a que UPyD ha dicho que no le gusta la aprobará (amablemente, insisto). Pero IU se negó a la venta de participaciones en el hotel La Reconquista teniendo Javier Fernández que dar marcha atrás. O sea, un sí pero no, hago esto para luego cambiarlo, que será sin duda el signo de toda la legislatura. Tenemos gobierno, sí, es verdad, pero con unos condicionantes claros a la hora de desarrollar su política. Y eso, en los tiempos que corren, es muy negativo.
Además, y por si fuera poco, hay todavía un ingrediente más: el de Francisco González, exalcalde de Cudillero y diputado en la Junta. Por su situación, de baja médica, se ha tenido que repetir una votación –la de la reforma del sector público- hasta tres veces. Aunque oficialmente padece una angina de pecho, en el fondo lo que subyace es su proceso judicial. Imputado por tres presuntos delitos –cohecho, exacciones ilegales y el último de prevaricación- su escaño vacío (ver foto) deja mucho que desear. Tanto, que si no fuese quien es –un titán a la hora de ganar elecciones para los socialistas- posiblemente ya habría sido sustituido. Si el PSOE lo mantiene es por dos cosas: respeto hacia la persona y miedo a la reacción de González. Le está dando, digámoslo así, cuerda para que no se vea presionado y busque una salida cuando lo considere oportuno. Ahora bien, no le queda mucho tiempo para abordar el problema. Poco a poco el cerco judicial se va cerrando contra el exalcalde. De aquí a no mucho tiempo tendrán los socialistas que tomar una decisión, y esperemos que no le complique aún más la vida a su gobierno.