Llegado a este punto habrá que sacar la siguiente conclusión: la alta velocidad ha sido una gran mentira. Sobre todo, añadiría yo, en el caso asturiano. Pero, vamos a analizarla en su integridad. El AVE español nació, creció y se desarrolló bajo instancias políticas. Las líneas, los trazados e inversiones necesarias siempre estuvieron a criterio del político de turno, y no de los técnicos como ocurrió en el resto de Europa. Así, el primen tren de alta velocidad en España fue el que unía Madrid con Sevilla en 1992. ¿Por qué? Bien sencillo: gobernaba Felipe González y dijo que era parte de la deuda histórica con Andalucía. O si quieren verlo de otra forma: es que era andaluz y punto. A partir de ahí, se desarrollaron todos los demás corredores. Bueno, todos… menos el del Noroeste en el cual se encuentra nuestro paraíso natural. Los datos, a día de hoy, son demoledores. Para que una línea de AVE sea rentable se necesitan 8 millones de pasajeros anuales, en estos momentos ninguna se acerca. La que más, Madrid-Barcelona, apenas llega a los 7. De hecho, es la única que interesa a la iniciativa privada cuando se liberalice el sector. Las demás, que se las coma el Estado. José Bono se empeñó en hacer una línea de AVE por Albacete: tuvo que ser suspendida ya que tenía, ojo, 15 pasajeros al día. De las 25 nuevas terminales de alta velocidad que existen, 7 tienen menos tráfico que un apeadero regional. Simplemente, fueron construidas en tierra de nadie: en Guadalajara (82.000 habitantes) está a 8 kilómetros de la capital ligada a un proyecto inmobiliario fantasma (Ciudad de Valdeluz). Cuando José Blanco se reunió con el Secretario de Transporte de los Estados Unidos -el equivalente a nuestro ministro de Fomento- sucedió algo muy curioso. Blanco comenzó a enseñarle un mapa lleno de rayas que representaban futuras líneas de alta velocidad. El estadounidense, pasmado de asombró, le espetó: ustedes son ricos. Y es que cada kilómetro del AVE cuesta 100.000 euros anuales mantenerlo, el doble si se trata de túneles. ¡Imagínense los 25 de la Variante de Pajares!
A los asturianos todo esto nos suena a cuento chino. No hemos visto un tren de alta velocidad más que por televisión, y probablemente llegará el hombre a Marte antes de que esto ocurra. Como siempre, ni supimos aprovechar la épocas de vacas gordas –cuando se hacían kilómetros de AVE como churros- pero sufrimos la de flacas con total crueldad. Ahora, desde el Ministerio nos hablan de filtraciones, laderas que se derrumban y problemas técnicos; paparruchas, lo que no hay es un euro ni voluntad política de llevar a cabo la alta velocidad asturiana. Si así fuera, estaría terminado (o a punto) el tramo entre León y La Robla, o el de Lena hasta Gijón. Y nada de eso se ha producido, o se va a producir en los próximos años. A cambio, vamos a tener un solo túnel y, el otro, en fin, ya veremos después de gastar 3.200 millones de euros. A nadie le interesa que el AVE entre en Asturias a medio plazo, porque antes está el gallego apoyado a muerte desde instancias políticas. Durante muchos años -quizá toda la vida- la alta velocidad asturiana acabará en León. Eso, aunque no se diga, sí es la gran verdad sobre el AVE en nuestra comunidad.