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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Cosas que no se entienden.

No me deja de sorprender -en relación con la resolución de la huelga de Justicia que ayer tuvo lugar- uno de los acuerdos a los cuales se llegó. Habla, literalmente, de que «los funcionarios se comprometerán a aprender informática». Sí, como lo oyen. Es decir, que, por lo visto, existían algunos que se resistían a ello en pleno siglo XXI. O sea, que consideraban, digo yo, que todavía se podían llevar la ingente cantidad de casos que tienen pendientes de tramitar, no sé, con un lápiz y una libreta en blanco. En fin, considero que muchas cosas tienen que cambiar en esta administración que se muestra como una de las más rancias pese a la importancia de los asuntos que trata. Pensar hoy en día que cualquier trabajador se puede sustraer a los nuevos tiempos que corren como si las cosas no fuesen con él, me parece absurdo. Trasladar todo esto al ámbito privado resultaría del todo impensable. Al que se negase a llevar una gestión informatizada de cualquier área de una empresa, podría perfectamente apuntarse al servicio de desempleo correspondiente porque no le darían ni una oportunidad pero, bien, en la administración, por lo visto, todo es posible.


Tampoco es muy normal la reacción de los sindicatos. Los que firmaron un, para mí, más que generoso acuerdo, fueron increpados y vituperados. Algunos, según pudimos ver por televisión, tuvieron que montarse en el coche bajo una lluvia de insultos. Otros, en cambio, no se atrevieron si quiera a firmarlo y plantean para hoy un referéndum entres sus bases porque sólo consiguieron, ojo al dato, el 95% del total de sus reivindicaciones (190 euros sobre la petición de 200 de subida). Vuelvo a lo mismo: si cuando se negocian las mayoría de los convenios se obtuviese de la respectiva patronal tal nivel de generosidad, yo creo que muchos harían a sus representantes un monumento a la puerta del centro de trabajo. Además, perdónenme que haga la pregunta pero es obvia, ¿qué clase de representatividad pueden arrogarse algunos sindicatos si son incapaces de firmar acuerdos para los trabajadores sin consultarlos? ¿Cómo pueden sentarse a una mesa si ni siquiera están seguros de que lo que acuerden será aprobado por sus bases? Rocambolesco, sin duda, el final de esta huelga.

Si al Ministerio todo este lío le valió para darse cuenta de que las descentralizaciones hay que llevarlas a cabo de una vez y no a trozos, bienvenido sea. Se han encontrado con un problema que hubiesen podido evitar si, efectivamente, la Justicia se encontrase completamente en manos de las autonomías como sucede en casi todos los lugares. Como les decía en el anterior comentario, esta España asimétrica que estamos creando donde unos van a una velocidad y otros a otra, tiene buena parte de la culpa.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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