La imagen parecía sacada de la máquina del tiempo. Un montón de autoridades –Príncipe de Asturias, presidente del Gobierno, comunidades autónomas, ministros y alcaldes- se juntaron para inaugurar el AVE entre Madrid y Alicante. Digo que, a la vieja usanza, se montaron en un tren y fueron recogiendo a su paso altos cargos, mientras inauguraban monolitos en cada parada. Eso sí, con alguna que otra protesta callejera. En fin, la cara de felicidad de los participantes lo dice todo: una obra más, un mérito más, un problema (no acabarlo) menos. Por los telediarios pudimos ver una retórica impresionante sobre las bondades de la Alta Velocidad. Que si iba a incrementar las visitas en no sé cuánto por ciento, que si va a mover tropecientos millones en la economía local, que si venía el maná… El caso es que esta línea también tiene una historia que no se contó. El primer tramo, entre Madrid y Albacete, costó 3.530 millones de euros y tiene una ocupación del 25%. Al principio, el sueño de unir todas las capitales castellano-manchegas fomentado por José Bono, disponía de una frecuencia de tres trayectos diarios. Sin embargo, se tuvieron que suspender ya que tenía sólo 9 pasajeros al día. La ampliación de Albacete a Alicante costó 1.920 millones de euros más. Existe una estación en Villena (35.000 habitantes) con una inversión de 11,5 millones de euros y que ni por el forro se va a amortizar. Vamos, que va a formar parte del catálogo conocido de aeropuertos sin aviones, ampliaciones portuarias sin barcos o mega edificios vacíos. La España superlativa y desmesurada, la que inaugura kilómetros de AVE pero no tiene dinero para investigación, sin duda, el lunes tuvo un capítulo más.
Y que conste que digo todo esto bajo una terrible envidia. Mientras el resto de comunidades sigue adelante con sus planes ferroviarios, en Asturias estamos parados discutiendo sobre laderas y filtraciones de agua. Sólo con ver la distribución en el mapa –obsérvese el gráfico- nos damos cuenta de cómo está montado el tinglado político del AVE. El país con más kilómetros de Europa, y el segundo del mundo tras China, se vertebra ferroviariamente hacia el Sur y el Mediterráneo. Lo demás, sobre todo nuestro paraíso natural y Cantabria, es un auténtico desierto. A mí me gustaría también salir en televisión y que todo fuesen parabienes para el AVE asturiano. Me lo imagino, no sé, con el Príncipe (quizá ya Rey) llegando en olor de multitud a una estación de Gijón que en principio iba a ser provisional. Hasta veo el morro de pato del tren traspasando el túnel de Pajares y saliendo a la altura de Lena, pero, cuando despierto y dejo de soñar, la realidad me parece absolutamente deprimente.