Todo este tema del botellón, la presencia policial o los consumos en la calle por la puesta en marcha de la Ordenanza Cívica de Convivencia en Gijón; ha terminado siendo un baturrillo. Se han hecho comparaciones imposibles, ejemplos retorcidos y muchas otras cosas para un asunto que, la verdad, deberíamos de haberlo tratado de una forma mucho más sencilla. Vamos a ver, en Cimadevilla se pasó de protestar por no haber ni un solo policía que controlase el desmadre que se producía cada fin de semana, a poner el grito en el cielo ante lo que se consideraba poco menos que un ejército invasor. En otros países, la presencia de la policía siempre se ve como una forma de estar más seguro y no como una amenaza. Si uno viaja al museo del Louvre en París, en los exteriores, los soldados franceses patrullan subfusil de asalto en mano. Lo mismo que la policía en el metro de Londres o cualquiera de sus aeropuertos. Quiero decir que aquí, por lo general, la policía incomoda bastante y sólo la reclamamos cuando el jaleo ya está armado. Esa prevención que supone su presencia no se acaba de aceptar. Entiendo que el problema del botellón, si no se controla por las fuerzas de seguridad tiene difícil erradicación. Quizá 17 agentes fueron demasiados (en Vigo 50 hicieron esa misma tarea) y tenían que haber sido la mitad, pero, en todo caso, otras fórmulas que se han escuchado (concienciación, mediadores, etcétera) dudo mucho que tengan la misma eficacia. Por otro lado, resulta estéril –y hasta un poco ridícula- la comparación del botellón con el consumo de sidra. Como ya se ha dicho reiteradamente: nada tiene que ver lo uno con lo otro y hay que darle muchas vueltas para encontrar alguna similitud. Hasta más de uno se llegó a preguntar por qué se celebra la Fiesta de la Sidra Natural durante esta semana, si la normativa no permite el escanciado fuera de las terrazas. No sé, es como si en Oviedo se plantean el Martes de Campo ya que se come y bebe en el parque San Francisco. En fin, espero que esta serpiente de verano acabe ya y todo vuelva a la normalidad. O sea, ni que cierta a policial en las zonas de ocio moleste, ni que nadie se pregunte si le van a multar por tomar tranquilamente un culín.