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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Pesimismo olímpico.

Las razones del rechazo de la candidatura olímpica de Madrid 2020 parecen ser muchas. Uno escucha las conversaciones, los mensajes por las redes sociales, y puede acabar con la cabeza como un bombo. Aquí van algunas de ellas: la desastrosa presentación, corrupción, economía, desempleo, el distanciamiento entre los príncipes y, sobre todo, Ana Botella. A la alcaldesa de Madrid le han caído palos por todos los lados. Vamos, que tal parece que los miembros del COI se fijaron únicamente en eso para denegar el voto. Las carencias de la señora Botella son más que evidentes. Su único mérito para llegar a ser la primer edil madrileña es ser esposa de… Sin embargo, a mí me pareció mucho peor –y donde verdaderamente se ve aquello de «El rey está desnudo»- su gestión de la tragedia del Madrid Arena. El que sepa o no inglés tampoco importa tanto: Rajoy, Zapatero, Aznar o Felipe González estaban (están en algunos casos todavía) pez en el idioma del Shakespeare. Dicho esto, lo que parece claro es que los caminos del COI son inescrutables. La próxima olimpiada tendrán lugar en Brasil, donde, como hemos visto hace poco en un encuentro futbolístico, las revueltas sociales son frecuentes. A Tokio se le puede achacar lo del accidente nuclear todavía no resuelto, ahora bien, eso pareció no importar. Más de una vez sus miembros han mercadeado de forma impúdica con los votos, hasta revelarse que alguna ciudad pagó fuertes cantidades por ello. Si Madrid 2020 hubiese sido perfecta en su presentación, los políticos honrados, la economía fuese viento en popa, todo el mundo tuviese trabajo, los príncipes estuvieran profundamente enamorados y Ana Botella hablase el inglés de la Reina de Inglaterra; ¿se habría conseguido la sede? Probablemente, tampoco. El por qué una ciudad se lo lleva y otra no muchas veces es incomprensible. Hay tantos intereses en juego que no podemos caer en la ingenuidad.

Lo que sí es alucinante es el dinero gastado: en los tres intentos más de 8.000 millones de euros. Una cantidad que, verdaderamente, será difícil de amortizar. Ahora las infraestructuras en curso se quedarán a la mitad y otras no verán nunca la luz. Según un estudio (cuestionable) de una consultaría se dejarán de ingresar 3.500 millones de euros por su repercusión. Ahora bien, el impacto de unas olimpiadas en lo económico es relativo. Según decía del Financial Times de las que se celebraron en Londres «La felicidad es el único legado de los Juegos”. Y es que la capital inglesa gastó el doble de lo presupuesto y no recuperó la inversión. Lo mismo, por cierto, que en Barcelona donde tuvieron pérdidas. Unas olimpiadas cambian un país, claro, pero el esfuerzo a posteriori se paga. Véase Grecia.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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