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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Reloj parado.

Está claro que la deslocalización de empresas va a ser el vía crucis del Gobierno asturiano. La semana pasada supimos que Tenneco, la multinacional de componentes del automóvil, abandonaba Gijón sin motivo claro aparente. Pese a tener una fábrica moderna, producir 10.000 amortiguadores diarios y cumplir todos los criterios de eficiencia; alguien movió una chincheta en el mapa para decidir que la fabricación se trasladaba a Ermua (Vizcaya). Eso sí, la moderna maquinaria acabará repartida por  Europa. Hace poco otra empresa señera de la ciudad, Trefilería Moreda, amenazó con el cierre si no se alcanzaba un acuerdo para garantizar el futuro. Ello conlleva una reducción de salarios de aproximadamente el 6% y un aumento de la jornada laboral. Pese al esfuerzo realizado por parte de la plantilla, nada garantiza que el grupo Celsa, al que pertenece Trefilería, no acabe echando el cierre. Ibersa, una firma de pinturas, abordará el traslado de su producción a Galicia. Todo esto, después de que la familia Zabala, propietaria de la empresa, denunciaría acoso por parte de los trabajadores de Benito Sistemas: otra compañía de su propiedad acuciada por un ERE de extinción. En definitiva, ¿qué pasa? ¿Por qué este goteo de empresas que se van?¿A qué se debe esto mientras en otras partes de España se produce todo lo contrario? Sin duda, la primera respuesta que nos puede venir a la cabeza es la crisis. Está claro que, las bajas perspectivas económicas, es uno de los grandes motivos del abandono de la región. Es más, en Asturias nos encontramos en un ciclo de plena virulencia: mientras  otras autonomías hablan de recuperación, aquí todavía seguimos en fase de destrucción. Pero eso no es todo. Nuestro Principado también ha vivido durante los últimos años inmerso en un proceso de inestabilidad política. Tuvo dos gobiernos (de Foro y ahora del PSOE) que estuvieron bajo mínimos. Quiero decir que no se dieron –por la falta de apoyos políticos- las circunstancias para tener un marco estable que diese confianza. Ambos se movieron –mueven en el caso socialista- en la cuerda floja al tener siempre que depender de terceros. Foro no encontró apoyos a su presupuesto y por eso tuvo que convocar elecciones anticipadas, al PSOE constantemente sus socios de gobierno (IU y UpyD) le están recordando que pueden no aprobar las cuentas para el año que viene. Así, la mejor política industrial, como dijo un ministro de Felipe González, es la que no existe. Cualquier demanda que se traslade por parte de la economía a la política no va encontrar respuesta: está a otras cosas. Por ejemplo, comisiones del «caso Marea», reformas electorales o los complementos por kilometraje. La sensación de desamparo, de que nadie se preocupa por la parte productiva en este paraíso natural, es más que evidente.

La noticia de que el Principado tuvo un superávit de 92 millones de euros en los siete primeros meses, lejos de producir alivio, da que pensar. Básicamente, porque se debe a una baja ejecución presupuestaria. O sea, a que la maquinaria gubernamental se mueve de forma muy lenta y no es capaz de redistribuir riqueza. Es como cuando un reloj está parado: siempre acierta dos veces al día. Así, claro está, resulta muy difícil retener empresas. Venimos de un presupuesto prorrogado y ahora lo tenemos parado.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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