Jesús Gutiérrez, secretario de organización de la Federación Socialista Asturiana (FSA), pasa la mano de forma cariñosa a Luis Fernández Garay: último alcalde elegido por la corporación en Cudillero. Y lo ha hecho ya cinco veces en lo que va de legislatura. Una para Francisco González, el que de verdad ganó las elecciones. La segunda con su sucesor cuando éste pasó a ser diputado, Gabriel López. La tercera en la persona de Ignacio Fernández, que no estaba ni siquiera en las listas. Y las otros dos, con Fernández Garay que casi ostenta un récord en la historia del municipalismo: dos veces le ha impedido la Justicia ser alcalde. En resumen, Jesús Gutiérrez no ha dejado de acariciar a unos y a otros durante más de dos años. Eso sí, Cudillero se ha vuelto un pueblo de manos. Otra, la más importante, se dedicó también a actuar. Lo hizo de forma caprichosa, casi a su antojo, y por eso se ha formado semejante tinglado. Francisco González, ex alcalde y diputado, puso a un funcionario ajeno a lista, Ignacio Fernández, al frente del Consistorio haciendo renunciar a todos los ediles socialistas. Su poderosa mano (de hierro) fue esta vez al cuello hasta imponer a quien él quería. Cuando fue elegido Fernández Garay, que previamente había renunciado, «Quico» diseñó el trabajo municipal: todas las competencias para Ignacio Fernández y el alcalde de mera figura decorativa. Semejantes tejemanejes fueron desmontandos hasta en tres ocasiones por los tribunales. Tampoco pareció importar mucho: la mano de Jesús Gutiérrez seguía acariciando alcaldes y la de González poniéndolos.
Ahora la FSA dice que propondrá al Principado elecciones anticipados. No le queda más remedio. Eso o apoyar a un alcalde de la derecha. Impensable a todas luces. El descrédito es tal que se tiene que utilizar la fórmula de los comicios para tapar vergüenzas: las que resultan de intentar burlar la democracia. El saber por qué la FSA se prestó a semejante dislate es un misterio. En cualquier otro municipio la historia hubiese sido muy diferente. Sin embargo, en Cudillero las cosas no funcionaban así. El todopoderoso Francisco González tenía carta blanca para hacer o deshacer como le apeteciese. Obsérvese el desastroso resultado.