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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El «tarifazo».

El recibo de la luz es política. No hay más. Por mucho que se esfuerce el consumidor final en su ahorro, siempre le vuelve a subir la factura. Esta vez, y probablemente seguirá así, por el déficit de tarifa: el derecho de cobro reconocido a las eléctricas y lo realmente ingresado. El Gobierno había llegado a un acuerdo para repartir esta carga -más de 30.000 millones de euros en total- en tres partes. A la postre: el propio Estado, las eléctricas y el consumidor final. Durante 2013 el déficit acumulado fue de 3.600 millones que, para no engordar la bola, el Gobierno se había comprometido a abonar. Nada de eso. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se negó porque afectaría al déficit público. Incrementaría una décima si se tiene que pagar. ¿Qué tuvo que hacer entonces el ministerio de Industria? Pues desdecirse. Primero, dejando en evidencia al ministro Soria al asegurar que no iba a subir los peajes y segundo, subirlos efectivamente para compensar esa cantidad. Dicho de otra forma: el pufo eléctrico lo vamos a pagar entre todos. Los peajes –una parte de la tarifa junto con el coste de la energía y los impuestos- van  a seguir subiendo. Por lo menos, hasta que el Gobierno no decida asumir su parte. ¿Es justo esto? Pues claro que no. Explica que el recibo de la luz se haya incrementado –datos de las organizaciones de consumidores- el 78% durante los últimos diez años. O que, después de Malta, sea la mayor subida del recibo en Europa. ¿Por qué digo que el recibo de la luz es política? Bueno, pues porque las eléctricas son un poderoso lobby. Están intrincadas en el sistema para moldearlo a su gusto. Tienen a ex presidentes a su servicio (González o Aznar como miembros de consejos de administración), o a ex ministros como Elena Salgado. El mercado, además, en absoluto es libre. Ha fallado lamentablemente en su liberación. El consumidor se pierde entre facturas incomprensibles y trabas para cambiar de compañía. Cuando no, el descuento que encuentra es mínimo y se queda con el operador de siempre. Si alguien quería hacer de este mercado algo parecido al de la telefonía ha fracasado. El recibo de la luz lo tenemos que tragar con la teoría de las lentejas: si las quieres las comes y si no las dejas.

Como ejemplo de algo que siendo completamente ajenos tenemos que pagar, tomen a la regasificadora del Musel. Mírenla en la foto, ¡qué bonita!, su función actual es que los escolares hagan visitas guiadas. 400 millones de inversión que están parados. Y por si fuera poco, declarada ilegal en su construcción por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid al estar a menos de 2.000 metros de un núcleo habitado. ¿Quién va a pagar este desaguisado? Pues nosotros. Todos y cada uno a través del correspondiente recibo.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


diciembre 2013
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