Siempre que suceden accidentes graves como el de Barajas, se buscan culpables. Y eso, la verdad, me parece lógico. Es, si quieren, hasta humano. Normalmente, nuestra condición tiende a descartar la fatalidad como causa última de nuestras desgracias. Esto es, a aceptar que el origen de todo estuvo en un cúmulo de circunstancias que, combinadas al azar, dieron como resultado la tragedia. Siempre -y eso es patrón común en todo este tipo de catástrofes- queremos buscar un último fallo, una probable negligencia o despiste, la cual, convenientemente subsanada, hubiese evitado lo peor. Sin embargo, no siempre es así. Quienes crean en el destino sabrán que, a veces, por muchas vueltas que se dé, la vida estaba marcada. Para bien o para mal, puesto que, como habrán visto, más de un pasajero salvó la vida por la misma suerte que llevó a otros a perderla. Pero, bien, en esta búsqueda incesante de intentar remedir lo que es a veces irremediable, se producen numerosas seudoteorías que confunden más que aclaran. Veamos algunas de ellas.
A) La compañía estaba inmersa en una crisis económica y el mantenimiento no era el adecuado. Hombre, yo entiendo que lo peor que le puede pasar a una empresa de transporte es precisamente un accidente. Sus repercusiones económicas son incalculables y, por ello, si ya estaba mal, ahora va a estar mucho peor. Por tanto, digo yo, reducirán costes en casi todo menos en seguridad porque entre otras cosas existen auditorias externas para su verificación.
B) La situación de la platilla era conflictiva y estaban en huelga. ¿Y por eso van a hacer dejación de sus funciones en tema de seguridad? ¿Un mecánico va a apretar mal una tuerca o no revisarla convenientemente? No me lo puedo creer.
C) El piloto no quería volar y le obligaron. Vamos a ver. Yo no es que realice especialmente muchos viajes en avión al cabo del año, pero siempre me he dado cuenta de una cosa: es el que manda dentro de la aeronave. Si se empeña en no despegar porque ve un fallo, el avión se queda en tierra y punto. Al colectivo de pilotos -como lo demuestran sus continuas huelgas y conflictos con la patronal- suelen imponerles pocas cosas. Por tanto, ante un tema así, ¿tendría acaso alguna vacilación en abortar el vuelo?
D) El modelo de avión. Quiero recordar que el Titanic era el barco más moderno de su época. Construido con tecnología punta y que, según sus ingenieros, era imposible que se hundiese. Sin embargo, dos fatales coincidencias: chocar contra un iceberg y que un compartimento estanco no resistiese, lo llevaron al fondo del Atlántico.