El Gobierno ha comenzado el nuevo curso político proponiendo dos debates intensos de cara a la sociedad. A la postre, la ministra de Igualdad, anunció una nueva ley para la interrupción voluntaria del embarazo en esta legislatura. Y, por su parte, el ministro de Sanidad, Bernard Soria, manifestó que tratará de impulsar una ley que prevé el suicidio asistido. Bien, ambos debates, sobre el aborto y la eutanasia, han sido calificados por la oposición como una auténtica cortina de humo para ocultar el verdadero problema de este país: la crisis económica. Es decir, algo así como una especie de pompa de jabón para tenernos entretenidos de forma bobalicona. Bueno, yo no creo que sea exactamente así. De hecho, dos noticias de ese fuste, hubiesen, en otras circunstancias, ocupado portadas durante días y días. Sin embargo, si leen hoy los periódicos se encontrarán con titulares como: «Ford, SEAT y General Motors reducirán su producción en España». O: «El comité de empresa de la aerolínea Futura se prepara para su liquidación». O: «Zapatero defenderá hoy en el Congreso la actuación ante la crisis». En resumidas cuentas, hay cosas que por mucho que se intente no se pueden ocultar.

Más bien pienso –y aquí comienza mi teoría- que es en estos temas donde el Gobierno se encuentra cómodo, donde da el «do de pecho». La pasada legislatura, recuerden, presentó la ley del matrimonio homosexual como referencia de su gestión. Ésta, por supuesto, no lo puede ocupar todo la economía y, claro está, algún debate de este tipo vamos a tener. Pero no porque quiera desviar alguna atención en particular, sino porque el discurso social es su eje vertebral.