Ciertamente, el presidente de Cantabria es un político diferente. Para algunos tendrá algo de payaso, para otros de genio. Así, digamos, no es difícil verle en el último programa de humor en horario de máxima audiencia, o yendo en taxi a visitar a Zapatero y con una lata de anchoas, o diciendo «Yo mojé a los 18 años y pagando». En definitiva, que si no fuese de esta guisa, pregunto, ¿conocerían en Madrid que Cantabria tiene presidente? ¿No ha conseguido acaso más Miguel Ángel Revilla siendo peculiar que si fuese un político formal al uso? A lo tonto, fíjense, tiene prácticamente terminada una autovía hasta Palencia y, además, está haciendo el estudio del tramo del AVE del Cantábrico que en nuestra comunidad -tan llena de políticos correctos, recuerdo- ni se prevé. Resumiendo: como dice el refrán, para Revilla lo que vale es aquello de «Llámame gorrión y échame trigo».
En este sentido, sus reproches contra Ibarretxe y el PNV después del atentando en Santoña que costó la vida a un brigada del Ejército tienen un fin. Sabe de sobra que hace tiempo que la banda terrorista, por proximidad y vinculación, ha escogido Cantabria como campo de operaciones. Y eso, claro está, es terrible, significaría que muchos de sus ciudadanos viviesen bajo el miedo. Por tanto, no duda en atacar a quien, según su sentir, no está haciendo -con una «ambigüedad calculada y cómplice», dice- todo lo que debe por acabar con el terrorismo. Pregunto: ¿tiene razón o es una declaración extemporánea más de Revilla?