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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El atolladero.

Decía Chesterton que lo malo no es ya sólo cuando pierdes el camino, sino también el mapa. Es el caso de los tiempos que vivimos en nuestro paraíso natural. Tenemos una prórroga presupuestaria que, lejos de ser una maldición, representa más o menos lo  mismo que si se hubiesen aprobado la cuentas presentadas. Cualquier atisbo de hacer política desde el Gobierno asturiano con dicha herramienta es una pura quimera. El presupuesto se redacta para cuadrar tres conceptos: sanidad, educación y gasto social. Lo demás, es secundario. Es más, durante todos estos años la constante ha sido siempre la misma: rebajar la inversión con objeto de sostener la trilogía antes señalada. Así y todo, fíjense, como el cálculo de los ingresos ha sido siempre premeditadamente optimista, esto ha dado como resultado una abultada deuda: acabamos el año por encima de los 3.800 millones de euros. Cantidad, no lo duden, que tendremos que amortizar pagando más impuestos. Todo ello, debido a que se produce un déficit importante a la hora de financiar el gasto corriente. Partida, claro está, que en absoluto se quiere reestructurar. Sería mentar la bicha. Como consecuencia, gobernar la economía asturiana es de lo más sencillo: simplemente, no se hace. Ni se estimula la inversión, ni el crecimiento, ni una recuperación de la crisis. Más que presidente del Principado tendríamos que votar a un gerente. Un tecnócrata que se dedicase a cuadrar los números en función al siguiente mandato: asegurar los 2.840 millones de euros que cuesta sostener el sistema social. No esperen ninguna estrategia, ruta a seguir, ni nada parecido. La política económica asturiana se nutre del día a día. De pagar la factura de lo social y punto. Este panorama, para mí desolador, ha ido a peor desde las elecciones de mayo del año pasado. La fragmentación parlamentaria, lejos de traer el mapa que decía Chesterton, ha ahondado en este concepto de «economía de lo social» (así gustan llamarlo). En 2016 entramos en prórroga porque, a el grupo clave para poder aprobar el presupuesto, o sea, Podemos, los recursos planteados no le parecían suficientes. Y, ojo, estamos hablando de que se llevaban el 69% del monto total. Refugiados en ese concepto difuso del «rescate ciudadano», tal parece que cualquier cuantía que se ponga a disposición no vaya a bastar. En economía se enseña que las necesidades siempre son infinitas, mientras que los recursos no. Llevamos tiempo saltándonos ese principio y, por eso, nos encontramos en este auténtico atolladero.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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