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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Hace un año.

O casi. Fue el 13 de junio de 2015 cuando se constituyó la actual Corporación. Aquel día llovía, ¡vaya si llovía!, sobre la casa consistorial. Se estaba produciendo la tormenta del siglo en Gijón. Si fuésemos romanos lo hubiésemos considerado como un mal augurio. Los dioses de la política, siempre caprichosos, nos quisieron traer un Ayuntamiento muy fragmentado. Dividido en seis grupos municipales, cuando lo habitual en nuestra ciudad siempre fueron tres, a lo sumo cuatro. Se intuía una convivencia difícil y, hasta el momento, no ha sido precisamente un camino de rosas. De nuevo, Carmen Moriyón, fue elegida alcaldesa. En un gesto que marca el devenir de este mandato se negó a coger el bastón de mando. La alcaldesa manda pero no gobierna. Cada paso que da es fiscalizado por la oposición. Hasta, fíjense, se producen circunstancias curiosas. Por ejemplo, la demanda del propio equipo de gobierno municipal contra el Ayuntamiento por no permitir cobrar dietas a ediles liberados. O que los Plenos sean por la tarde y duren más que un día sin pan. O que los asuntos a tratar sean de lo más chusco: en el último, el concejal del PP, Pablo González, fue expulsado por una discusión de fondo sobre la declaración de boicot a Israel. Antes había sido sobre el tratado de libre comercio de la Unión Europea con Estados Unidos, o el proceso de paz en Colombia. Gijón se dedica a arreglar el mundo. Dicho esto, quizá el mayor logro hasta ahora ha sido la aprobación inicial del Plan General de Ordenación. Sacarlo adelante era ya un clamor ante dos planeamientos anulados. Por el contrario, vivimos con un presupuesto prorrogado. Pese a las concesiones y continuos guiños de Foro a Xixón Sí Puede –que sí, que los hay- seguimos con las cuentas del año pasado ejercicio. En definitiva, es más difícil hacer llegar los recursos al ciudadano. Si algo tengo que achacarle a este Consistorio es que no pone las luces largas. Es decir, que vive prácticamente para el día a día. Grandes proyectos –o esa visión estratégica que siempre debemos exigir a la política- no existe. Se trabaja para dar la ayuda de turno, rellenar la arena de la playa o reparar algún que otro bache. Pero, ¿sabemos qué modelo de ciudad queremos tener en un futuro? Si la demografía nos muestra que vamos a ir cada vez a menos, ¿qué estamos haciendo para atraer población? Me hago preguntas existenciales y no encuentro respuestas en la actual Corporación. Sin duda, mucho más dedicada a la gestión de la «micropolítica».

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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