El conde de Revillagigedo, Álvaro Armada y Barcáiztegui, se ha mostrado en estas mismas páginas «sorprendido y disgustado». Dice que los actuales gestores del Palacio de Revillagigedo, propiedad en su día familiar, han pervertido los usos que se le tenían que dar. Esto es, que está albergando mercadillos y ferias, cuando, bien es cierto, fue concebido para otros fines muy distintos. Es decir, como centro cultural y galería de exposiciones. Es más, hasta se plantea revertir una presunta donación encubierta –por el precio de 25 millones de pesetas de los años 70- debido a la gestión de espacios del complejo arquitectónico que se está llevando a cabo. Cosa que, la verdad, veo bastante difícil. Más que nada, por dos motivos. Primero, el Palacio llevó consigo una importante rehabilitación y consiguiente desembolso público (a ver quién lo paga) y segundo, el sagrado principio de Santa Rita. Ya saben: lo que se da no se quita. Digamos que la explotación de tan destacado edificio empezó a torcerse cuando Cajastur –nuestra antigua Caja de Ahorros- fue transformada en Liberbank por mor de la crisis financiera. De ser un centro cultural internacional gracias al dinero recibido por la Obra Social, pasó a ser lo que hoy en día es: un inmueble en arrendamiento que puede albergar cualquier tipo de evento. Digamos que su continente –un emblema- sigue intacto, ahora bien, su contenido deja mucho que desear. Y desde que cesó el mecenazgo cultural de Cajastur, la fundación bancaria que rige sus destinos no ha hecho lo más mínimo por seguir con dicha labor. Mal, por cierto, que también aqueja a otros muchos edificios nobles. En nuestra ciudad, el número de estos inmuebles se ha multiplicado por doquier. Ahí tienen, por ejemplo, la antigua Escuela de Comercio que está siendo objeto de una obra muy importante. Se gastará el Ayuntamiento sobre 3,7 millones de euros para dedicarlo a archivo municipal y sede de distintas entidades de carácter cultural. Al edificio de Tabacalera, ya ven, todavía se le está dotando de un plan de usos. Tenemos el impresionante inmueble de la antigua Fábrica de Tabacos, pero el reto consiste en rellenarlo con algo interesante. Darle un contenido que lo dote de vida y no acabe convirtiéndose en un espacio muerto. A esto se suma el interés del Ayuntamiento, más o menos palpable, por los antiguos juzgados de la calle Prendes Pando, la Casa Sindical en Sanz Crespo o la Quinta la Vega en venta por la Autoridad Portuaria. Edificios todos muy notables cuya cuestión ya no es sólo hacerse con su propiedad, sino también tener claro a qué se van dedicar.