Verán, con ese nombre se ha denominado a lo siguiente. Antes del Real Decreto dictado por el Gobierno, los altos directivos y consejeros bancarios así como sus familiares hasta tercer grado, tributaban de una manera especial. Es decir, no lo hacían como usted o yo a quienes nos aplican un 18 por ciento sobre las plusvalías en nuestros rendimientos mobiliarios, sino que utilizaban el tipo marginal y, claro, éste podía llegar a ser de hasta el 43 por ciento. Ahora ya no: todo el mundo al 18. Pero, para verlo más claro, pongamos un ejemplo. Supongamos que un alto ejecutivo (o su familia, recuerden) decide comprar participaciones en un fondo de inversión, o cualquier otro producto bancario común de la entidad donde trabaja. Al obtener beneficios se encontrará con que podría pagar ese 43 por ciento en su rendimiento y, sin embargo, si eso mismo lo hace a través de un banco de la competencia, tendría el mismo tratamiento que un contribuyente cualquiera, o sea, al 18. Ilógico, ¿verdad? ¿Diríamos o no, por tanto, que el cambio gubernamental es de justicia?
Pues bien, yo quiero resaltar una segunda parte que es de cajón. En los mercados financieros la información es poder. Esto es, el conocer los entresijos por donde discurre el dinero se traduce en beneficios de manera inmediata y, ¿quién tiene más información? ¿Un alto directivo bancario o un simple ciudadano? ¿Quién estará mejor asesorado a la hora de invertir su dinero en su propia entidad? ¿La esposa de un consejero o cualquiera de nosotros? Como ven, el cambio de criterio a la hora de tributar deja también a la vista una desigualdad entre contribuyentes que ahora van a estar al mismo tipo.