Estamos parados. Completamente inmóviles esperando el resultado de las elecciones gallegas y vascas del 25 de septiembre. Según parece, el día después será cuando se resolverá este nudo gordiano que padecemos. Las consecuencias políticas de las mismas –a juicio de los sesudos estrategas- aclararán el panorama y, por fin, tendremos Gobierno. O eso dicen. El PP quiere que el PSOE se la pegué en ambos comicios. Que a Pedro Sánchez no le quede más remedio que aceptar la abstención, justo antes de que su partido lo eche por obtener, de nuevo, unos pésimos resultados. En cambio, Sánchez juega a todo lo contrario: que los populares no consigan sus objetivos. Sobre todo, en Galicia donde una hipotética falta de mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo, daría paso a una coalición liderada por los socialistas. Quizá, digo yo, ensayo previo al Gobierno que quiere poner en práctica para el resto del país. Ciudadanos, por su parte, no pinta nada. Va con lo justo para entrar en ambos parlamentos, si es que lo consigue. Y Podemos, como es de sobra conocido, está incrustado entre una pléyade de formaciones. De todas ellas nada se puede esperar, porque es imposible que acaten cualquier posible negociación a nivel nacional. En resumen, que el lunes 26, ya lo verán, todo serán excusas. Es probable que nada cambie tan drásticamente como algunos pretenden, y se repita la misma cantinela de siempre. Esa que utiliza casi todo el mundo para justificarse ante unas elecciones autonómicas: no se puede extrapolar el voto a unas generales. Y vuelta a empezar. Otra vez en la noria. Eso sí, ahora con la nave política mucho mas desvencijada por el paso del tiempo. Los meses transcurridos en este interregno van haciendo mella. Trozos de cada partido se caen por el camino. A quien más, sin duda, al PP, que ya tiene un problema serio con la senadora Rita Barberá. A la exalcaldesa le acaban de abrir una investigación en el Tribunal Supremo. Sin embargo, reacciona marchándose del partido, pero sin abandonar el escaño. O lo que es igual: continuará siendo un dolor de muelas durante lo que queda de legislatura. La imagen de Barberá (Rita es mucha Rita) en el Grupo Mixto abrirá los telediarios. Albert Rivera dijo que exigía su dimisión como parte del pacto suscrito con los populares. Vale, pero el susodicho acuerdo, ¿no estaba ya prescrito el mismo día en que fracasó la investidura de Mariano Rajoy? ¿No lo proclamó así Ciudadanos a los cuatro vientos? Interpretamos, pues, que los pactos con la formación naranja se pueden utilizar o no a conveniencia de los firmantes. El que espera, créanme, desespera.