Malas noticias las que recibimos ayer. El que Arcelor-Mittal vaya a plantear un expediente de regulación de empleo en las 17 factorías que posee en España, es algo que nos toca de lleno. Más en concreto al horno alto de Veriña (Gijón) cuyo proceso de apagado parece más cercano. Desde luego, hay un dato aterrador que sustenta estas previsiones: el tráfico de El Musel, a la postre, por donde entra la materia prima de la siderurgia y salen algunos de sus productos, fue en febrero la mitad que el año pasado. Eso, sin duda, dice bien a las claras cuál ha sido la evolución del mercado del acero. De que ese horno alto se apague -hecho, para mí, casi irremediable- dependen casi 1.000 empleos directos y 3.500 indirectos a través de las empresas auxiliares. Como comprenderán, la cosa no es ninguna broma y aquí tendremos que ver cuál es la capacidad del Gobierno (autonómico y central) para influir en el tema.

Pero además, la crisis está derivando en conflictos sociales. Actualmente, estamos viviendo huelgas en: transporte, sanidad y educación. Todas ellas afectan a cerca de 70.000 trabajadores, es decir, casi una quinta parte de nuestro sistema productivo, está en huelga. A ello, probablemente, se sume algún paro en el colectivo de funcionarios del Principado (35.000 trabajadores), a los que no les ha gustado nada que el consejero Rabanal les congele el sueldo. Nos espera, pues, una primavera caliente que traerá consigo malestar en el tejido social. Algo, por otra parte, inevitable si tenemos en cuenta la incapacidad de los gobiernos para reconducir la crisis.