Lo increíble de la investidura de Mariano Rajoy, estuvo en que se habló más de Pedro Sánchez. Mientras el bello Pedro dimitía como diputado entre lágrimas de cocodrilo, lanzaba a la vez un órdago a su partido en toda regla. Va a volver a presentarse en primarias para optar a la Secretaria General. Así se desprende de sus palabras donde no dejó títere con cabeza. A la Gestora: «Le pido refundar un PSOE autónomo y alejado del PP». Vamos, que la mayoría de los diputados socialistas que ayer se abstuvieron, deben de tener despacho en la calle Génova. A los militantes: «A partir de lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar a quienes no han sido escuchados». Más bien, va a ser para hacer campaña y ajustar cuentas si llega a ser –no lo quiera el Señor- otra vez secretario general. Y a todos (votantes y simpatizantes): «Trabajemos juntos para recuperar al PSOE. Yo no faltaré a la cita». Ojo, lo dice el dirigente que llevó al PSOE, derrota tras derrota, hasta este caos final. El que ha traído la mayor división de la historia con su discurso populista barato hacia las bases. El que quería a toda costa aliarse con Podemos –los que se van del Hemiciclo si no les dan la palabra, o apoyan a los que consideran la investidura «un golpe de la mafia»- en un Gobierno que duraría lo que un hielo al sol. No se puede tener mayor desfachatez. A este paladín del socialismo, verdadero pata negra de su pensamiento, se le han unido quince diputados. Fueron los que rompieron la disciplina de voto. El PSC en bloque –¡qué tropa, joder, qué tropa!, que diría Romanones– y ocho más. Personajes en muchos casos grises y anodinos (las Zaida Cantera o Margarita Robles) cuyo currículum está en que fueron puestas a dedo por Sánchez. Javier Fernández, sin embargo, estuvo cauto. No le entró al trapo. Eso de convocar un Congreso Federal el lunes –como le conviene al galán- no es de recibo. El partido tiene todavía que enfriarse y pensar bien sus próximos movimientos. ¿Y Mariano? Pues nada, que ya no está en funciones, sino en funcionamiento. Que la segunda sesión de investidura fue tranquila y con tono más sosegado porque la aritmética estaba clara. Incluso hasta Pablo Iglesias, camisa azul a cuadros, calificó lo vivido de epílogo político sin más. La nota la dio, en cambio, el niño de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián. Discurso deshilvanado durísimo que levantó las iras de los socialistas, como siempre que aparece por la tribuna el zagal. ¡Dios mío, qué ha hecho la LOGSE!