Mariano Rajoy se encuentra desde el lunes pensando nombres para su Gobierno. En realidad, lleva desde el pasado día 23 de octubre en ello. Fue la fecha en la que el Comité Federal del PSOE decidió la abstención y, por tanto, vía libre a su investidura. En fin, ya me dirán si no ha tenido tiempo más que de sobra para meditarlo. Sin embargo, delante de los periodistas después de la toma de posesión, sorprendió a todo el mundo diciendo que daría su Ejecutivo tal día como hoy por la tarde. Toda una pérdida de tiempo donde lo único que se alimenta son las quinielas. Esto es, el proceso por el cual las redes sociales y los medios de comunicación señalan a los posibles ministros. En cualquier caso, tal parece como si no corriese prisa, no sólo ya tener un Gobierno después de casi un año en funciones, sino también los presupuestos que exige Bruselas, las medidas para rebajar el déficit, la puesta en marcha del pacto con Ciudadanos… Es obvio que Rajoy hace la cosas a su manera: con mucha calma y marcando siempre los tiempos políticos. Incluso hasta en este periodo absurdo le ha salido bien la jugada. Se habla más de la entrevista de Pedro Sánchez en una cadena de televisión que de la más que necesaria formación de Gobierno. El ex secretario general dejó a todo el mundo flipando con sus declaraciones. Según parece, a Sánchez –ese nuevo héroe del socialismo moderno- lo ha querido hundir todo el mundo: los perversos poderes económicos, los malvados medios de comunicación, los carcas de su partido. Él y sus «resultados históricos» –los peores en el PSOE- parece ser que no. Tampoco que haya dado quiebros constantes en su (no) discurso: ahora propone de forma descarada acercarse a Podemos. Por lo visto, Pablo Iglesias ya no es un populista y se arrepiente de haberlo pensado. Sin duda, el camino es hacer lo mismo que IU. Unirse a la formación morada para, al final, acabar diluyéndose dentro de ella. Formar una especie de pastiche –multinacional de partidos de izquierda unidos- que derrote por fin a la derecha. Desde luego, si de la estrategia de Sánchez depende, el PSOE acabaría de un plumazo con sus 137 años de historia. Veríamos un «Gobierno del cambio» con Iglesias de vicepresidente y las siguientes carteras: Economía, Defensa, Educación, Justicia, Interior, el CNI y el control de RTVE. Eso fue justo lo que pidió después del 20-D. Mensaje a la militancia socialista de cara a unas primarias: si no ven lo que es Pedro Sánchez –un político vacío, un populista con ansias de poder- es que están ciegos. Y no hay mayor ciego, como dice el adagio popular, que el que no quiere ver.