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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Rigor mortis.

El proyecto para reanudar la autopista del mar tiene mala pinta. Más bien, se está muriendo poco a poco. En principio, la empresa que lo quiere llevar a cabo, Transportes Riva, estuvo esperando por los parabienes de la Unión Europea. Después de mil peripecias, los logró y se puso a buscar barco. Lo encuentra, lo inspeccionan y dicen que está fetén, pero no acaba de comprarlo. Según parece, está esperando por la financiación. El proyecto de Riva fue desechado por varios bancos y, por lo visto, tiene como condición «sine qua non» la aprobación de un crédito en condiciones favorables por parte del Principado. En concreto, pide ayuda para los primeros años de funcionamiento a través del Instituto de Desarrollo Económico del Principado de Asturias (Idepa). No sé, es como si todo estuviese  cogido con alfileres. Como si el más mínimo soplo lo fuese a derribar. La empresa parece no generar la suficiente confianza –El Musel y Puertos del Estado la apoyan porque no les queda otra- como para ponerlo en marcha. Por si fuera poco, sabemos por estas mismas páginas que hay problemas dentro del accionariado. Los hermanos de Rafael Riva, el propietario de la naviera, lo demandan por temas legales con las juntas de accionistas. Éste, por su parte, responde que es una presión más para no entre en funcionamiento la autopista de mar gijonesa. Aunque, bien es cierto, sin este conflicto empresarial de por medio, tampoco estaba muy claro que fuese a salir adelante. ¿Dudas sobre el proyecto? Todas las del mundo. ¿Acerca de la empresa que a duras penas lo quiere llevar a cabo? También. Tal parece que lo que interesa más son las subvenciones, el que se garantice con dinero público su viabilidad, que cualquier otra cosa. Seamos claros: a estas alturas, ninguna otra naviera mostró el más mínimo interés por la conexión entre El Musel y Saint Nazaire. Ni si quiera preguntaron. Desde que en un lejano ya septiembre de  2104  LDLines abandonase la línea, todo ha sido como en la canción: un pasito para adelante, un pasito para atrás. En cambio, Vigo se hace fuerte e incluso prevé ir incrementando sus conexiones con la apertura de nuevas rutas. En resumen, que esto es lo del refrán asturiano: “se pasó el día, se pasó la romería”. Tuvimos nuestra oportunidad y no la supimos aprovechar. Ahora, lo único que nos queda es apoyar algo que se tambalea hasta ver a dónde llega. No hay más. La conexión francesa de nuestro puerto no creo que salga de ésta. Es todo demasiado frágil, demasiado improvisado y con pocas ganas de afrontar una verdadera inversión de futuro.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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