Como cuando un familiar inesperado nos pica a la puerta, así se presentó en Gijón el ministro de Fomento, Iñigo de la Serna. Por sorpresa y poco menos que sin previo aviso. En apenas veinticuatro horas montó una reunión por todo lo alto, cosa que no sucedía desde noviembre de 2015 con su antecesora en el cargo, Ana Pastor. Presentes, los de siempre: el Ministerio, Principado y Ayuntamiento. En primer lugar, hay que agradecerle la visita. No ha sido una semana fácil para De la Serna –con toda una crisis encima por las nevadas en las autovías de Levante- y, sin embargo, estuvo por aquí. En segundo, preguntarle, ¿para qué? Es decir, cuando un ministro viene a Gijón para tratar de nuestro eterno plan de vías, tiene a la fuerza que traer algo. Estamos ya hartos de palabras. Dijo que «estaba para hacer un estudio serio y sólido de la parte financiera del plan». Pues bien, ¿dónde está? ¿Por qué hace quinientos kilómetros sin un papel y con las manos vacías? ¿Es que acaso no se daba cuenta de que las plusvalías del suelo son insuficientes para financiar el proyecto? Miren ustedes, yo aprecio la buena voluntad del nuevo ministro. Al menos, da la cara y viene con su mejor disposición. No como hacía José Blanco y su engañifa de un absurdo plan público-privado para el metrotrén, o Ana Pastor siempre en tiempo electoral y con prisas. Ahora bien, estamos quemados. Llevamos ya más de catorce años esperando por el levantamiento ferroviario y queremos hechos. Lo de ayer no voy a decir que sobraba, pero casi. Esto es, cuando venga que traiga algo sólido y elaborado sobre lo que discutir. El punto de partida con el cual comenzar a desbloquear esta situación. Por lo visto, tenemos que partir de cero. La famosa comisión técnica que se aprobó en un consejo de administración de Gijón al Norte en marzo del año pasado no ha hecho absolutamente nada. Estamos como estábamos. Eso sí, parece que todos van asumiendo la ubicación de la intermodal en frente del Museo Ferrocarril. Bueno, todos no. El Principado sigue erre que erre con situarla, según el proyecto original, en Moreda. Si me permite la consejera de Infraestructuras, Belén Fernández, le voy a contar un chiste que leí a Fernando Savater. Un hombre va por el cementerio y ve que sale una mano de una tumba. «Socorro», grita, «ayúdenme que estoy vivo». El individuo la pisa para volver a taparla y le dice: «Tú lo que estás es mal enterrado». Pues eso, señora Fernández, lo que le pasa a su adorado plan Junquera no es que esté muerto, es que está mal enterrado.