Pocas veces se habrá visto en público un mal rollo como el que se da entre Zapatero y el presidente de la CEOE. Digo más, en la famosa cena de la Moncloa el talante de Zapatero saltó por los aires. Se oyeron reproches, recriminaciones y poco menos que una indigestión colectiva al ver el cariz que estaban tomando las cosas. Los hechos posteriores, como saben, tampoco ayudaron mucho a resolver el conflicto. De hecho, el presidente del Gobierno culpó ex profeso a Díaz Ferrán de que la concertación social no se produjese. Consideró toda una afrenta pública el documento final de la patronal donde se piden rebajas de las empresas a las cotizaciones de la Seguridad Social (hasta 5 puntos) y mayor flexibilidad laboral (despido menos caro, en definitiva). En fin, como la situación actual -bloqueo total – no es el mejor camino, parece que se quiere esperar a septiembre con objeto de calmar los ánimos.
Si quieren mi opinión, como siempre, se la digo. No es bueno focalizar en un agente social el que un acuerdo se firme o no. A la postre, es malo buscar culpables de cara a la opinión pública por una concertación social fallida. El papel del Gobierno debería de ser moderador, siempre, en su caso, para apagar fuegos; nunca para levantarlos.