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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Algo extraño.

Del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía –el más importante en nuestro país- se cuenta la siguiente anécdota. Una limpiadora entró en una sala completamente vacía. Vio un montón de papeles tirados a modo de rastrojos en una esquina y dijo: ¡qué guarra es la gente!. Inmediatamente, como corresponde,  se puso a barrerlos y dejarlo todo como los chorros del oro. Al cabo de unas horas, en el museo se armó un buen revuelo: había desaparecido la obra de un artista conceptual muy reputado. Laboral Centro de Arte y Creación Industrial nació hace ahora casi diez años. Sin duda, fue una apuesta arriesgada por parte del Gobierno asturiano presidido entonces por Vicente Álvarez Areces. Su construcción y puesta en marcha era la pieza fundamental de lo que se denominó Laboral Ciudad de la Cultura. Ahora bien, si ustedes preguntan a los gijoneses qué se hace allí no sabrían responder. Apenas les sonará ni el nombre. En esta década, Laboral Centro de Arte ha pasado completamente desapercibido para esta ciudad. Jamás ha formado parte de ella. Más bien, tal parece que haya sido el juguete de una minoría que pagamos todos. Me llama la atención, por ejemplo, una de las actividades organizadas el año pasado. Se trata de un «concierto ciclotímbrico para tres intérpretes, bicicletas y cosas». Se preguntarán, ¿y qué demonios es eso? Pues se lo explico: hacer música con piezas de bicicleta. En su estreno mundial, así reza pomposamente en la publicidad, aseguran que «no es necesario acudir de etiqueta pero sí se recomienda bicicleta». Como verán, esto de la vanguardia tiene su punto aunque sea difícil de encontrar. En la actualidad, el equipamiento cultural está en un brete porque ha decidido cerrar tres días a la semana, o sea, tres meses al año. Cosa que algunos interpretan como el principio del fin. Es decir, que Laboral Centro de Arte se apaga como una vela que se queda sin mecha. En realidad, no creo que Gijón -y por ende Asturias- lo vaya a notar lo más mínimo. El experimento ha salido mal. La inversión cultural fallida. Ni siquiera sus promotores, el Principado, confían en su futuro puesto que le han recortado más de la mitad la subvención. De 1,28 millones se han pasado a apenas 600.000 euros, mientras que los patrocinios privados le han dado la espalda. Algunos piden que el Ayuntamiento aporte más recursos. Yo diría que ni se les ocurra. Eso de sufragar a las élites es difícil de explicar. Más bien, entiendo que su suerte está echada y acabará cerrando definitivamente. Una pena, pero es así: Laboral Centro de Arte nunca ha dejado de ser algo extraño.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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