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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Más allá de las subvenciones.

No soy una persona mañosa. Quiero decir que, cuando me pongo a montar algo mecánico, siempre sobra alguna pieza. Mi respuesta ante esta inutilidad congénita es ver si el artilugio funciona. Es decir, me consuelo a mí mismo pensando que no era necesaria del todo. Ahora bien, siempre acaba sucediendo lo mismo: el cacharro al cabo del tiempo se muere. La pieza, faltaría más, estaba ahí por algo. No era ningún delirio del fabricante. Digo esto por la reunión que tuvo lugar el pasado viernes en la sede de Puertos del Estado. El motivo de la misma era intentar poner en marcha de nuevo nuestra maltrecha autopista del mar. Un proyecto que pasó a mejor vida hará en septiembre tres años. La reunión tuvo el mérito –en este paraíso natural nuestro de colmillo político retorcido- de poner de acuerdo a las tres administraciones implicadas. A la postre, el Estado, Principado y Ayuntamiento. Todas salieron muy satisfechas porque, más que nada, no acabaron tirándose los trastos a la cabeza como suele suceder. Su intención es trabajar de forma conjunta y coordinada (ya veremos) con el fin de conseguir subvenciones europeas. Esto es, afanarse en que Bruselas vuelva a soltar la pasta para poner en marcha otra vez una línea para El Musel. Sin embargo, a mí me parece que falta la pieza clave. Que en este montaje se está obviando algo tan importante como una buena naviera. O sea, una empresa sólida y fiable que quiera, más allá de los subsidios, llevar a cabo la conexión entre Gijón y Nantes. Si recuerdan la primera experiencia falló precisamente en eso: el proyecto estaba financiado por los Gobiernos de España y Francia con 30 millones de euros, pero la concesionaria (LdLines) plegó velas en cuanto vio que se acababa el dinero público. En el segundo intento, con Transportes Riva, sucedió un tanto lo mismo: estaba más pendiente de que le llovieran las ayudas para ponerla en marcha que otra cosa. Por tanto, a mí sinceramente me parece que sin una naviera solvente volveremos a darnos de bruces contra el suelo. En el conflicto de la estiba que actualmente afecta a los puertos siempre escucho lo mismo: los tráficos son muy difíciles de captar y fáciles de perder. Imagínense una conexión como la nuestra que lleva tanto tiempo parada. Que sus tráficos naturales han ido buscando otras salidas puesto que aquí, sin duda, hemos estado mareando la perdiz con engendros imposibles. No podemos volver a tropezar con la misma piedra. La  autopista del mar tiene que llevarla a cabo una empresa del sector que piense más allá de las subvenciones.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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