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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El «Matrix feliz».

El diagnóstico del Plan de Movilidad presentado hace poco lo dice bien claro: en nuestra ciudad se usa mayoritariamente el coche para trabajar. Es decir, un 36,5 por ciento que lo utiliza para sus desplazamientos lo hace por este motivo. Luego está el ocio, estudios o compras; pero, a la vista está, la población activa –la poca que todavía queda- necesita de este medio de transporte a la fuerza. No es un capricho, o cuestión de falta de respeto al medioambiente: llevar el pan a casa implica tener que cogerlo. Pues bien, digo esto porque a veces nuestros gobernantes se olvidan de ello. Es decir, acaban criminalizándolo con medidas completamente extemporáneas. Me refiero a cosas como peatonalizaciones incomprensibles que lo expulsan, restricciones de todo tipo (las últimas por contaminación), o remodelaciones de calles donde se eliminan de un plumazo decenas de aparcamientos. Sostengo que nuestros gobernantes, en muchas ocasiones, piensan que la vida diaria de la gente es una especie de «Matrix feliz». Esto es, montan en su bicicleta (o van andando) por la mañana bien temprano, llevan a sus hijos de esa manera y luego se marchan a trabajar la mar de relajados. Nada que ver. La gente que curra tiene prisa. Está agobiada y con estrés. Sale con el tiempo justo de casa y agradecería que la ciudad fuese también amable con su vehículo, y no sólo estuviese concebida para los muchos gijoneses despreocupados que pasean por El Muro. Únicamente el 0,6 por ciento de los desplazamientos en jornadas laborales – según el estudio- se realizan en bicicleta. La cosa cambia, naturalmente, en festivos o fines de semana. Ahí sí se puede ver a bastantes más disfrutando de las dos ruedas sin problemas. En cambio, de lunes a viernes el vehículo particular predomina porque es imprescindible. Tiene que transportar a clientes, mover herramientas y desplazarse en el mínimo tiempo posible, ya que el día se queda pequeño. Entiendo, como es lógico, que ese «Matrix feliz» del que hablaba antes quede muy bien. Que lo políticamente correcto es decir que el coche es malo, genera polución y lo bueno para el ciudadano es dejarlo en el garaje. Sin embargo, el debate que también debería suscitar el Plan de Movilidad es qué tipo de Gijón queremos. Uno que trabaja y facilita la vida a aquellos que todavía siguen en activo, o bien al contrario, el que considera que todo el mundo está jubilado y utiliza el vehículo de forma esporádica para darse un paseo. No lo olvidemos: nuestra intensa caída demográfica sólo se mitiga si somos capaces de captar población dispuesta a trabajar. ¿Con coche? Sí, claro.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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