Uno. El «Gürtel» es un caso de personajes. Eso, si cabe, lo hace aún más atractivo. Tenemos: Don Vito, El Bigotes, amiguitos del alma… A esta pléyade de golfos-horteras parecía que querían sumar a Ricardo Costa, pero su defensa fue impecable. Vino a decir, ¿por qué a mí? Si yo no estoy imputado por nada, ¿por qué tengo que ser yo quien pague el pato? Sin embargo, a Costa el sumario lo dejaba en muy mal lugar. Y aunque, efectivamente, no había ningún tipo de acusación hacia su persona, las conversaciones que mantuvo con los golfos-horteras eran escandalosas. Alguien que recibe relojes, coches o manda comprar caviar urgentemente a una trama de corrupción; no puede mantenerse en ningún cargo. Por tanto, tenía razón Madrid cuando exigía su destitución en todos.

Dos. El circo que se montó cuando Génova quiso que se aplicara su decisión fue de época. Dos comunicados, uno del PP valenciano y otro de Madrid, decían cosas completamente contrarias. Camps se resistía a mandar para casa a su número dos por una razón muy sencilla: el siguiente podría ser él. Si a Ricardo Costa se le acusa de algo, a Camps también ya que fue quien trajo la trama a Valencia. Por tanto, se aplica la teoría del ajedrez: el rey es el último en caer. Su futuro político, para mí, será de la siguiente manera. Le dejarán en el cargo hasta las elecciones autonómicas –salvo que los dos tercios del sumario restante digan otra cosa- pero en ningún caso se presentará. Con ello, el PP mantiene una estructura que le hace ganador y se quita de encima el lastre de Camps.

Y tres. Por si todo lo anterior fuese poco, ahora llega el «caso Palma Arena» con Jaume Matas como imputado. Al ex presidente y ex ministro le acusan de comprar un palacete por debajo de precio, gracias a los sobrecostes fraudulentos en la construcción de un velódromo en la comunidad balear. Pregunto, ¿otro «Gürtel»?