Resulta curiosa la llamada que hizo el presidente del Congreso. A tenor de la manifestación contra la reforma en la Ley del Aborto que tuvo lugar en Madrid, pidió un debate «sin ideologías». Supongo que esto viene porque, como es conocido, en él se da la doble condición de católico prácticamente (por tanto, antiabortista) y de hombre de izquierda (se supone, digo yo, que más progresista hacia el tema). La pregunta, pues, está en saber si el debate sobre el aborto se puede dar de una forma aséptica, es decir, sin que intervenga la cuestión ideológica que siempre lo rodea. Francamente, creo que no. Han sido tantos años en los que unos y otros se han hecho dueños de sus argumentos, que se me antoja imposible. Si dices que eres proclive a la permisividad respecto al aborto siempre te tacharán de izquierdas, y si piensas lo contrario de derechas. No hay mucho más.

El ex ministro de Economía se despachó a gusto con Zapatero en una entrevista. De él dijo que trataba a los ministros como si fuesen secretarios (por cierto, ¿tanto los maltratan?). Además, señaló que no sabe cómo aguantó tanto Solbes en el cargo y, para más inri, vino a decir que Zapatero estaba rodeado de personas con baja capacidad intelectual. En fin, las críticas han hecho mella en las filas socialistas. Le han dicho que, desde fuera, se ven las cosas muy distintas. Quizás, digo yo, mucho mejor que cuando uno está en mitad del bosque.

El Partido Popular catalán se rompe. Su parlamentaria, Montserrat Nebrera, ha dicho que se va. Ella, según el último congreso, representa al 40 por ciento de los afiliados. Su rival, Alicia Sánchez Camacho, era la candidata de Madrid y, por lo visto, la convivencia entre ambas ha sido imposible. Rajoy, claro está, tiene un problema más: el camino para llegar a la Moncloa pasa por tener un partido fuerte en Cataluña. De momento, parece que no es así.