Prácticamente, las declaraciones del portavoz de la Conferencia Episcopal fueron como una «fatwa» islámica. Juan Antonio Martínez Camino tildó de «herejes» a quienes justifiquen algún tipo de aborto, además de advertir a los políticos con que «quien apoye, vote o promueva esa ley está en pecado mortal público y no puede ser admitido a la sagrada comunión». Y digo que parece una condena emitida por un ayatolá, porque, sinceramente, la forma de trasladar el mensaje está sacada de la Edad Media. Martínez Camino no pudo expresar de forma peor lo que los católicos saben de sobra: debe rechazarse la reforma de la Ley del Aborto. Resumiendo: entre herejes y excomuniones sólo le faltó hablar de ciertos tribunales, los de la inquisición, que también se usaban para estos menesteres.
Ayer Camps, en una sesión del Parlamento valenciano, tuvo lo que se llama un «calentón». Cierto es que viene escuchando cosas como «usted utiliza a su familia en una trama corrupta», o «es penalmente responsable», o «un cadáver político, alguien inmoral y el líder de un Gobierno corrupto». Pero, en fin, no justifica lo que le dijo al portavoz socialista: «a usted le gustaría venir de madrugada a mi casa con una camioneta y que por la mañana yo apareciera boca abajo en una cuneta». Más que nada, pienso, porque les da la razón a los que dicen que Camps es un político quemado. Rememorar lo que en la jerga de la guerra civil se llamaban «los paseillos» es algo, por lo menos, de muy mal gusto.
Yo siempre pensé que el aprendizaje era autodidacta, pero, por lo visto, estaba equivocado. Como veo que la Junta de Extremadura se ha gastado 14.000 euros en un «taller de masturbación» para jóvenes, creo que en su día hubiera podido mejorar mi técnica. De haber existido el curso «El placer está en tus manos», no tengo ni la más mínima duda de que me hubiera apuntado. Más que nada, entienden, para tener cierto currículum y un cuerpo como el de la foto. Ya saben…