Tenía ganas de comentar algo sobre la absorción de Caja Castilla-La Mancha (CCM) por parte de Cajastur. Y lo quería hacer más bien porque, siempre que ocurre una operación de este tipo, sale a relucir la vieja Asturias; tan presente entre nosotros como, no sé, el propio orbayu. Mucho me costó entender las dos cartas que el ex ministro Cascos formuló oponiéndose a la misma. Es más, a día de hoy puedo disculpar la primera –se había escrito antes de conocer los detalles -, pero, la segunda, fue el típico ejemplo de cómo piensa y ve nuestro futuro la vieja Asturias. En ambas, se venía a decir que como ahora Cajastur va a tener que preocuparse por rentabilizar CCM, se va a olvidar de sus deberes con nuestro paraíso natural. Es decir, los jubilados no podrán actualizar sus cartillas a primeros de mes, las huchas infantiles para los céntimos igual ya no se regalarán y, quizás, al emblema del asturcón le unan el asno de Sancho Panza. Es, si me permiten recordárselo, el mismo razonamiento que cuando la portuguesa EDP tomó el control de Hidrocantábrico, nos advertía que íbamos a quedar sin luz. O que, cuando Alsa entró en el accionariado de NX, afirmaba que el autobús entre Oviedo y Ribadesella dejaría de funcionar. O que, cuando Mittal entró en Arcelor, vino a decir que era para achatarrar. En definitiva, el paradigma de una Asturias que, parece ser, algunos no quieren que se incorpore al mundo dejándola ahí como una reliquia del pasado.

Y lo mejor es que luego les piden a las empresas que exporten, que creen empleo, que sean cada vez más competitivas. Si no ganan tamaño mediante operaciones de este tipo, ¿cómo lo van a hacer? Si cada vez que se plantea alguna oportunidad como es el caso, la vieja Asturias lo ve como una amenaza, ¿cómo creen que vamos a entrar en un mercado global?