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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Presupuestos participativos.

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A mí no me gustan los presupuestos participativos. Ya saben, esa nueva forma de gastar el dinero público que ha traído los tiempos políticos que vivimos. Se trata de que la ciudadanía –término muy de moda- decida en qué se invierten los recursos del Consistorio. Al menos, hasta cinco millones de euros que le han asignado en esta segunda edición de los mismos. En la primera quedó clara una cosa: el ciudadano de a pie no tiene una visión completa de lo que es una ciudad. Y me explico. Siempre acaba pidiendo el arreglo del bache que tiene enfrente de casa, la acera mal pavimentada que utiliza a diario, o el paso de peatones que necesita para cruzar la calle. Es decir, una especie de «¿qué hay de lo mío?» constante. Una suerte de visión unilateral de lo que debe ser nuestro Gijón del alma, olvidándose del todo y centrándose sólo en la parte que a cada uno más le interesa. Si me apuran, esta concepción de la política –que trabaja en contra de sí misma, entiendo- la hace incluso menor y prescindible. Si resulta que yo, gijonés corriente y moliente, le tengo que decir a nuestro Ayuntamiento dónde debe invertir, entonces, ¿para qué sirve? Si nuestros representantes se limitan a tomar nota de lo que se nos ocurre a cada uno, entonces, vuelvo a insistir, ¿para qué sirven? ¿No son ellos quienes deben tener la perspectiva de un modelo global y justo para cada barrio? ¿No son ellos los que deben repartir equitativamente los recursos municipales en función de las necesidades? Porque esa es otra: resulta que quienes utilizan estas fórmulas son siempre los mismos. Esto es, los que están al loro en los presupuestos participativos sacan tajada, y los que no (la mayoría) se quedan a dos velas. Dicho de otra manera: una parte de esa ciudadanía impone su criterio al resto. En los del año pasado la participación resultó completamente decepcionante. Ni un uno por ciento de los gijoneses se implicó. Todo ello, pese a la machacona y persistente campaña publicitaria que se puso en marcha para lograr involucrar a la gente. Algo, por cierto, que se repite este año con mayor insistencia si cabe. Pues bien, para que vean hasta dónde pueden llegar las cosas, les cuento lo que está pasando en Oviedo. Están utilizando este mismo concepto –con gran ahínco ideológico, claro- encontrándose problemas similares: el tripartito no se pone de acuerdo ni siquiera en la formulación de las bases. IU, uno de los socios, pide que el debate sobre presupuestos «se lleve a las calles y plazas». Vamos, que los jubilados, en vez de ir a ver obras como toda la vida, compren calculadoras y se dediquen a echar números. Por favor…

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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