Vivimos en una sociedad donde todo se banaliza. Un matrimonio, un divorcio, una enfermedad y hasta, cómo no, un atentando contra un presidente. Tan acostumbrados estamos a digerirlo todo en clave sarcástica que ya ni siquiera le damos importancia. Digo más, algunos toman incluso la imagen de un Berlusconi ensangrentado para comercializar figuritas del Belén, o ponerlas en una estantería como pueden ver. En fin, a mí, qué quieren que les diga, me parece lamentable que colectivamente nos tomemos a broma la agresión contra un hombre sea o no presidente. Supongo que lo correcto hubiera sido una condena unánime por lo que pudo ser, de no haber sido una catedral y sí un cuchillo, todo un magnicidio. Pero no fue así. Más bien, esa máquina social que se coña de todo comenzó a funcionar hasta lograr foros de apoyo al atentado en Internet, pegatinas mostrando al perturbado agresor como un héroe, o programas de televisión donde casi se alegraban y se lo tomaban a chanza. Sólo les digo que vivimos tiempos donde incluso hasta la propia muerte algún día llegará a ser motivo de sorna mediática.