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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Política zombi.

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Hace poco lo supimos por estas mismas páginas: doce empresas tienen dificultades con la línea eléctrica en el polígono de Lloreda. Esto es, la energía que reciben es suficiente para conectar, no sé, ordenadores, fotocopiadoras o impresoras; pero en ningún caso para llevar a cabo cualquier actividad industrial. Necesitan mucha más potencia. La compañía de suministro eléctrico argumenta que tiene que realizar una cuantiosa inversión. Construir lo que se llama una subestación. Naturalmente, ante esa elevada cantidad (de dos a tres millones de euros), exige algún tipo de garantía. Los que vendieron las parcelas (Sogepsa) se encuentran con respiración asistida. O sea, garantía que pueden aportar, cero. Por su parte, la Consejería de Industria ya se ha negado a tramitar un aval que podría solucionar el problema. Resumiendo: existe un grupo de empresas a quienes la inversión no le sirve para nada. Pese a haber gastado el dinero en las parcelas –se han vendido 42 de un tal de 162- no pueden poner en marcha su actividad. Pues bien, vengo sosteniendo desde hace tiempo que la Consejería de Industria es completamente inútil y debería cerrarse. Si acaso, sirve para certificar la muerte de las empresas y poca cosa más. Entonces sí, se echa las manos a la cabeza, llora como una plañidera y promete que luchará para que no vuelva a suceder. Sin embargo, a la hora de la verdad, esto es, cuando hay que tomar medidas para que las compañías realicen su labor de manera normal, no hace nada. Vean si no lo del polígono de Lloreda. La política industrial en nuestro paraíso natural es como un zombi: está muerta y de vez en cuando sale de la tumba a darse un paseo. Pruebas de ello las hemos tenido en nuestra ciudad, por desgracia, a mansalva. Suzuki, Tenneco, Gijón Fabril, Agalsa, ¿sigo? En todos estos casos, la actuación de la consejería, cuando se produjo, dejó mucho que desear. En la comunidad autónoma con mayor capacidad industrial de España, insisto, el Principado es un muerto viviente. Gijón y sus polígonos son buenos ejemplos. Los tenemos, sin ir más lejos, construidos sobre escorias y con un suelo que se hunde como si fuese Venecia. O una Zona de Actividades Logísticas e Industriales (ZALIA) con una parcela vendida, sin accesos –los acaban de licitar- y pendiente de que otro valiente (un temerario) se atreva a comprar. Ahora bien, que sepa a lo que se atiene. Nadie le va ayudar. Al más mínimo problema –una falta de suministro cualquiera- se las va a tener que apañar como pueda. Dijo una vez un ministro que la mejor política industrial es la que no existe. Pues, oigan, entonces aquí es cojonuda.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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