En el Foro de Movilidad de Gijón, compuesto por 78 entidades, apuestan por una velocidad circulatoria general de 20 kilómetros por hora. Para ser más exactos, se repartiría en dos zonas: en el centro, sería ésa y en el resto, a 30. Digamos que los 50 kilómetros por hora que hasta ahora conocíamos quedarían reducidos a algunos viales determinados. Casi una anécdota dentro del mapa circulatorio. En la zona antes mencionada –los barrios de Laviada, centro, La Arena y parte de El Llano- se combinarían ambos límites de vértigo. Es decir, habrá calles de 20 y otras de 30. La diferencia, en realidad, no sabemos muy bien en qué consiste. Esto es, si por ir 10 kilómetros por hora más despacio los vehículos se controlan mejor, contaminan menos, causan menos accidentes, no hacen ruido o cosas así. Digo más, tan mínima variación intuyo que no servirá para mucho: muy pocos coches –ni les cuento ya las motos- podrán mantener ese ritmo cansino durante un tiempo prolongado. Entonces, pregunto, ¿cómo se va a controlar todo esto? ¿Acaso la policía de tráfico es capaz de discernir 10 kilómetros por hora de más en un vehículo cuando pasa por una calle? ¿Se van a instalar quizás una red de radares de alta tecnología? No sé, el caso es que lo de los 20 por hora parece que se va colando poco a poco en nuestras vidas. Si recuerdan, la idea partió del proyecto de Plan de Movilidad que fue presentado por el gobierno municipal en mayo. En el mismo, la gran idea central en que se inspiraba estaba precisamente en eso: en expulsar a toda costa de Gijón al coche particular. Yo diría que el plan es un manual anticoche con todas las de la ley. En el conjunto de medidas propuesto, ni una sola hace mención a mejorar la circulación en nuestra ciudad. Por cierto, cada día peor. Más bien, se dedica a todo lo contrario: a hacerle la vida imposible a cualquier vehículo que no sea público. Al principio, digo, como la polémica fue grande se reculó. Se dijo que sólo era un borrador y quedaba todo por discutir. Ahora bien, por lo que estamos viendo -confirmado por la postura tomada desde el Foro de la Movilidad- se va a acabar imponiendo contra viento y marea. Nuestra ciudad a medio plazo será un lugar hostil para el coche privado. Le invitará a quedarse a la entrada –para eso están los llamados aparcamientos disuasorios- o a reptar por sus vías. De hecho, los insufribles atascos que hemos sufrido esta semana -¿a quién se le ocurrió asfaltar Marqués de San Esteban con la Semana Negra al lado?- son sólo un aperitivo. En un futuro muy próximo, el uso de su medio de transporte particular estará poco menos que perseguido.