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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Rajoy y el espectáculo.

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La comparecencia de Mariano Rajoy ante la Audiencia Nacional levantó mucha expectación. Digo más, toda la del mundo. El número de medios de comunicación por metro cuadrado fue infinito. Cámaras, reporteros, fotógrafos y seguridad por doquier. Al fin y al cabo, no todos los días acude a los tribunales un presidente de Gobierno, aunque sea en calidad de testigo. Pues bien, en tan alta instancia se juzga lo que podríamos denominar el origen del «caso Gürtel»: la campaña electoral de 2003 en dos municipios madrileños, Majadahonda y Pozuelo. Ahí, presuntamente, fue donde nació la conocida trama de corrupción que ha traído por la calle de la amargura al Partido Popular. Rajoy era en aquel momento secretario general y, por tanto, orgánicamente, no dependía de él la financiación del partido. Así lo habían manifestado también sus antecesores en el cargo: Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas o Ángel Acebes. De ese hilo, pues, poco se podía tirar, pese a que fue interrogado hasta en siete ocasiones sobre el tema. Su labor, repitió hasta la saciedad, era política y no económica. Sin embargo, lo interesante estaba en las preguntas que le iban a hacer desde las acusaciones particulares. A la postre, sobre lo que ha traído consigo el lodazal de la Gürtel. Esto es, la presunta caja B del partido, los sobresueldos en negro, las relaciones con su líder, Francisco Correa, etcétera. El Presidente estuvo sereno. Respondió a las preguntas con soltura gracias al guion que llevaba preparado de antemano, pero se le notaba incómodo. En absoluto dio sensación de nerviosismo, a pesar de que en algunos momentos se mostró tenso. Eso sí, contestó con cierta chanza -a la gallega dijo él- a alguna pregunta chorra por parte de los letrados y, en general, fue el presidente del tribunal quien atajó las cuestiones incómodas. Recuerden: «sensu stricto» ayer no se juzgaba a la trama en su conjunto. Resumiendo, el gran espectáculo que se montó no ha servido para nada. En la Gürtel -diez años después- casi todo el pescado está vendido. Poco más, se puede aportar -y menos cuando hay que atenerse a una disciplina procesal- que no hayamos escuchado ya. Una última cuestión es cómo va influir electoralmente en el PP este juicio. Es decir, si le costará votos. Para mí, los grandes pecados en materia de corrupción fueron expiados por los populares en los comicios previos. De hecho, han ido perdiendo la mayoría absoluta hasta llegar a la situación actual: a merced de un Parlamento en gran parte hostil. ¿Puede recibir aún mayor castigo? Es posible, aunque creo que bastante improbable. Sus rivales, véase el PSOE, también pasan por su propio calvario.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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