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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Tres en raya.

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Recordemos la historia. Gijón perdió en septiembre de 2014 su autopista del mar con Nantes. Dijimos adiós al último barco pese a que la línea se había inaugurado con toda la fanfarria –ministros de Fomento españoles y franceses incluidos- apenas cuatro años antes. La naviera concesionaria (Ldlines) adujo que la explotación no era rentable y se fue por las buenas. Eso sí, previamente había cobrado las cuantiosas subvenciones europeas (30 millones de euros) puestas a su disposición. A partir de ahí, la nada. Asegurar que se iba a volver a poner en marcha a los pocos meses, cuando en realidad no había ni siquiera un proyecto fiable encima de la mesa. Así fuimos dando tumbos hasta que… Puertos del Estado se puso las pilas. Esto es, se tomó en serio lo de buscar una compañía para reanudar el servicio y empezó a moverse. En mayo de este año contrató a una consultora especializada –«Shipping Business Consultants», se llama- para vender las bondades de nuestra autopista al mundo. Y claro, cuando se cree y se trabaja llegan los resultados: parece ser que la naviera mediterránea Balearia está muy interesada en reanudar la conexión con Saint Nazaire por ferry. Es más, incluso hay un compromiso por parte de las tres administraciones –estatal, autonómica y local- para incentivar su reapertura. Es decir, mientras la subvención europea serviría para reformar el barco y realizar algunas infraestructuras, las pérdidas de explotación iniciales estarían sufragadas por Puertos del Estado, Gobierno asturiano y Ayuntamiento al alimón. Desconocemos, bien es cierto, en qué cuantía y durante cuánto tiempo. Sin embargo, este trabajo conjunto es algo que no habíamos visto hasta ahora. Esta sintonía, esta forma de apoyar a nuestra conexión marítima sin fisuras, da buena prueba de que, al menos, en el Principado, se respira un ambiente muy diferente con respecto a Gijón. El consejero de Infraestructuras, Fernando Lastra, ha traído consigo otro talante y se nota. Dicho esto, que tenemos tres en raya, es necesario no cometer los mismos errores que la primera vez. O sea, que la naviera se comprometa de verdad y no sólo por el dinero público. Ignoro qué tipo de garantías se exigirán, ni cómo se va subsidiar a la compañía; ahora bien, sería frustrante volver a vivir la experiencia anterior. Muchas empresas quedaron literalmente tiradas –las pizarras de León, por ejemplo- por la suspensión del servicio. La imagen de El Musel –y por ende de la ciudad- quedó por los suelos. Por eso, porque el gato escaldado del agua caliente huye, entiendo que lo más importante es la solidez del proyecto y no las ayudas. Al fin y al cabo, el dinero siempre se acaba.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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